Siempre me ha gustado pintar y dibujar, pero siempre lo he hecho con mucho tiento, además de que por lo general he respetado el trabajo de los artistas visuales: no es fácil enfrentarte a un lienzo en blanco y desarrollar una idea. De niño lo hacía con esa gracia que tienen todos los chamacos; una inocencia que no repara en colores ni en formas, los niños dibujan como sienten que son las cosas. Conforme crecemos y nos globaliza la vida, vamos siendo tan recatados y pudorosos como una monja en un baño público, al grado que hasta por pena lo dejamos de hacer. Mi maestro Adrián Flores, a quién recuerdo con muchísimo cariño, me decía que mostrar tu trabajo, siendo esta una obra visual, era algo así como desnudarte en público, como dejar que la gente vea tus cositas. A lo mejor tienes unas cositas –o cosotas– bastante mostrables pero hay cierto pudor en ello, y siempre habrás de efrentarte con el enemigo público número uno: la opinión de los demás.
Carmelita me regaló un caballete el año pasado, fue como darle un capote de percal engomado a un matador en retiro; me he puesto a hacer mis cosillas y a pesar de la durísima crítica de mis papás, mi hermana Marcela y amigos varios, he ido agarrando sitio poco a poco. La navidad pasada la pasamos con mis entrañables amigos Emma y Jaime, y al calor de varias botellas de vino rojo, platicando de pintura, les prometí un cuadro al día siguiente, cosa que no sucedió por una resacatraqueítis que me mantuvo postrado todo el veinticinco. Han pasado algunos días y helo aquí, no tiene nombre ni tema pero creo que está hecho con mucho corazón. Espero que les gusten mis cositas.
1 comentario:
Guau!!!!! Que comparación con aquella vaca que yo conocí en año nuevo y que pende en una pared detu cocina.Este si que está requete chido!me encantaría saber que dijo Emma, de su flamante obra de arte?
Y en definitiva, esto de la plástica a tí, siempre se te ha dado. Siga así y pronto nos sacará de pobres, a toda la familia Miranda, por supuesto.Un beso y me apunto en la lista de espera!
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