viernes, 18 de abril de 2014

Me alegra la muerte de Gabo



Me alegra la muerte de Gabo, y mucho. Me alegra porque es una muerte bella, soñada, maravillosa. Gabriel García Márquez murió hoy en su casa, acompañado por sus hijos y su mujer, Mercedes. Se fue de este mundo feliz y documentado, documentando una vida de trabajo que rindió más frutos tal vez de lo que él mismo pensó, porque un costeño sencillo que aporrea una remington en el cuarto de redacción de un periódico de Cartagena rara vez sueña con ser un premio Nobel, y mucho menos incidir en el alma de dos generaciones de lectores que ahora le lloramos. Me alegra que se muera, pero lloro su muerte y aun así celebro haberle conocido y tenerlo cerca. Nunca lo vi en persona, jamás fui a algún evento donde apareciera, sin embargo comencé a leerlo cuando yo era un niño de cuarto de primaria y en el libro de lecturas podías encontrar “El ahogado más hermoso del mundo”. En ese relato conocí a Gabo y él me ha seguido por doquier, siempre, desde cuarto de primaria pasando por toda mi vida, mostrándome un mundo igual que me ha contado mi padre pero mejor, lleno de aleteos de mariposas amarillas en mi alma. Me alegra que Gabo se haya muerto hoy, jueves santo, como Úrsula Iguarán que se parecía a mi abuela; como los funerales de la mamá grande. Me alegra que alguien tan grande, tan creativo, nunca haya ocultado nada y contado todos sus secretos; gracias a Gabo he leído a Faulkner y a tantos otros que él mismo me dijo que leyera, que aprendiera, que viviera. Me alegra que tuviera una sola mujer y muchas putas pero sobre todo, que la vida le dio lo que él ofrendó trabajando, quiero decir escribiendo, porque nunca se confundió y tuvo su jornada de ocho horas que comenzaban a las nueve con una rosa amarilla en el escritorio y finalizaban con el almuerzo merecido y una siesta. Tuvo el éxito que sin buscarlo le llegó a base de aporrear en la remington las parrandas, los amigos y los recuerdos, por recrear los relatos, por no olvidar. Me alegra mucho que el escritor más influyente en mi vida haya vivido la suya incidiendo en muchos de nosotros sin querer, simplemente contando historias de un costeño de la Costa Caribe de Colombia como Francisco el Hombre. Me alegro por ti Gabo, va un vallenato y un trago de ron, por el insufrible muramos que se convierte en muéramos.

martes, 31 de enero de 2012

McQueen y el cine mexicano


Nunca conoció a su padre y a los doce años era un muchachito con una rebeldía indomable. Su tío Jack, con quien vivía a las afueras de un pueblito de Misouri, se hartó de él y lo envió de vuelta con su madre, a Los Ángeles, en un barrio del este donde su cabellera rubia se convertía en un acento visual entre negros y latinos. Su madre trabajaba como camarista en un hotel de la Av. Wellshire y tomaba los turnos que podía. Regresaba muerta a las tantas horas de la noche donde encontraba el lecho vacío del muchacho; no importaba, de cualquier forma era mejor no verle. De cualquier forma siempre se metía en problemas.
Una de esas noches, Terrence Steven Mc Queen fue atrapado por la policía de Los Ángeles mientras él y su pandilla asaltaban una gasolinera; lo confinaron a un reformatorio camino a Anaheim y nunca más volvió a ver a su madre, quien moriría meses después, atropellada por un trolebús al cruzar la Av. Wellshire. Era 1942.
En el reformatorio aprendió todo lo que no quería hacer en su vida y cuando dormía tenía sueños recurrentes de trolebuses que lo arrollaban todo. Al salir no encontró más salida que alistarse en la marina, en calidad de marinero de último escalafón, limpiando letrinas en en el US Normandie. Cinco años más tarde era cabo y ya no limpiaba las inmundicias de sus compañeros. Una de esas tardes de agosto, el US Normandie atracó en Nueva York y Terrence saltó a puerto, desdeñó la invitación de sus compañeros para ir a buscar putas en East Side y caminó hasta la 46 y Broadway donde encontró una pequeña sala cinematográfica que anunciaba con un cartel del tamaño de la pared "Let's go with Pancho Villa, a Mexican film of Fernando de Fuentes".
Sentado en una butaca carmesí hecha con una madera deforme que deformaba su trasero conforme pasaba la proyección, el rubio cabo perteneciente al US Navy veía en la pantalla cómo los Leones de San Pablo guerreaban algo que en su inglés no acababa de entender como "revolution". El filme le cautivó; su corazón encontró regocijo en las escenas donde Tiburcio, los Perea y Becerrillo entraban en acción, sin embargo, el final anunciado como "sólo visto en USA" donde Pancho Villa mata a la familia de Tiburcio con tal que lo siga en la revolución le sobrecogió, le cambió el semblante y las perspectivas de su vida como cabo de la US Navy.
Al día siguiente, el rubio cabo pidió su baja de la Marina de Estados Unidos, se acogió al programa de ayuda a los militares para su incorporación a la vida corriente y se alistó en el Actor's Studio, con la única intención de ser actor de cine, como Tiburcio Maya, como Becerrillo, como Pancho Villa. Olvidó el Terrence y se convirtió en Steve McQueen.
Para 1966, Mc Queen estaba en el pináculo de su carrera. Se había hecho famoso haciendo de pistolero en un filme que evocaba las andanzas de siete vaqueros japoneses y rechazó la oferta de otro western, dirigido por Henry Hathaway. El ofrecimiento fue hecho por el productor y el propio Hathaway en una tarde de febrero en una terraza de Palm Springs mientras tomaba una margarita con tequila Cuervo.
Al regresar a su casa en Beverly Hills a bordo de su Triumph-Bonneville-T100, dio de frente con la estúpida belleza de una asistente de fotografía de Harper's Bazaar que casi arrolla en el paso cebra de un semáforo. Era una trigüeña magnífica que, algunos años después respondería al nombre artístico de Ali McGraw.
Sobresaltado todavía, al llegar a su casa decidió servirse otro tequila Cuervo pero esta vez derecho, sin margarita, y conforme lo paladeaba tomó el guión de "Nevada Smith" y lo leyó de nuevo, con la calma que el agave de Jalisco solo da. Conforme bebía y se inmiscuía en la lectura del guión, McQueen recordaba el filme de Fernando de Fuentes, en aquella época en que decidió dejar de limpiar letrinas en el US Normandie. Aparecieron los fantasmas de nuevo: Tiburcio, Los Perea, Pancho Villa y todas las escenas de "Vámonos con Pancho Villa", de Fernando de Fuentes, se iluminaron de repente, como una epifanía, limpiando el guión de Nevada Smith con correcciones coherentes. Esa tarde de febrero de 1966, Steve Mc Queen, actor consagrado de Hollywood, imaginaba una venganza llevada a la pantalla.


Este post está dedicado a todos mis alumnos de Cine Mexicano en la Universidad Anáhuac Cancún. Gracias a ellos me ha vuelto la inspiración para escribir en este blog.




viernes, 4 de febrero de 2011

La burla



Dicen los que lo conocieron, que cuando éste Zorombático que escribe era un bebecillo y protoniño, era una cosa linda y capaz de arrancar suspiros de las otras mamás envidiosas; ¡ay que bonito niño, si hasta parece un querubín! solían decir. Sin embargo la vida se puso perra cuando llegó la pubertad. Todas mis glorias como galán de guardería y rompecorazones en el kínder se desvanecieron cuando comencé a alargarme por partes: una noche me crecían los pies pero no los brazos y otra la quijada mas no la frente. Me salieron barros, tenía orejas descomunales y una trompa que a Tin Tan le hubiera dado envidia (o miedo). A partir de los trece años todo el mundo se burlaba de mí. Yo aguanté calladito y para no sufrir, aprendí a burlarme de mi mismo. Me burlé tanto de mí e hice tantos chistes de mi menda que aprendí a respetarme y a quererme como era; aquello me fortaleció y al término de mi adolescencia (y del acné) era un chico seguro emocionalmente y lidercillo de una bonita pandilla de amigos entrañables, muchos de los cuales aún conservo. Eso sí, lo feote nunca se me quitó, que conste. Tal vez en eso radica mi encanto.

A mediados de la semana me entero por el noticiero de que un trío de británicos en el programa Top Gear de la BBC, que he visto varias veces (y me gusta) se burlaron de los mexicanos. Como a mí casi no me gusta el chisme, dejé de hacerle caso a la Consorte que hablaba de algún tema interesantísimo y puse atención a la tele. Los tres inglesillos, que son de suyo simpáticos, comenzaron a despedazar un auto deportivo que se fabrica en México; la verdad es que me parecieron muy chistosos cuando hablaron de que la comida mexicana es como un vómito con queso; me reí mucho porque mi abuelita preparaba unos chilaquiles que en teoría parecían eso, pero eran los chilaquiles más ricos que he comido en mi vida. No así mi experiencia con el kidney pie, platillo inglés que es el equivalente... al vómito.
También se dieron vuelo hablando de que somos flojos y nos la pasamos durmiendo junto a un cactus todo el día; el clásico cartabón desde que yo era niño (y todavía bonito) donde al salir de la benemérita primaria que me daba pulimento, vendían las calcomanías del indito durmiendo bajo el cáctus y a la sombra de su sombrerote donde se leía "viva México cabrones". Y cuando me destornillé de la risa fue en la parte en que somos flatulentos, eso me encantó. ¿Acaso Beny Hill, Winston Churchill o David Beckham nunca se han tirado un pedo a toda tripa?
Por lo que expliqué arriba, tengo una sólida experiencia en el tema de las burlas, las tolero bien aunque procuro no ser yo el burlador, me gusta el papel de autoburlado. Sin embargo está bueno el encaje pero no tan ancho: uno de ellos dijo: Sí, imagínate despertar y recordar que eres mexicano. Eso sí me enchiló.


Sin embargo, mis cuates los publicistas salieron con una elegante bofetada con guante blanco: el Chicharito Hernández, un jovencito de 22 años, mexicano, estrella del Manchester United. Amante de las enchiladas, los chilaquiles y las jericallas. Respetuoso, bien educado, dispuesto. Llegó a Inglaterra hablando el inglés que aprendió en la escuela, ahora ya lo domina casi como al balón. Supongo que alguno de ese trío de descendientes de Ricardo Corazón de León, le va al Manchester. Si es así, ésta publicidad revierte parte de la burla.
Y así como el Chicharito, quien es un mexicano famoso, puedo hablar de muchos mexicanos "de a pie" que cuando despertamos no perdemos el tiempo en recordar, sino que nos levantamos "de volada" a trabajar y a buscar una vida mejor. Sigo pensando que cada día hay más mexicanos trabajadores que gente mala y gandalla. Sin embargo hay algunos que les queda lo dicho por los anglos como anillo al dedo: el diputado Gerardo Fernández Noroña, que encabeza la lista de los que siguen dormidos en el cáctus y a la sombra de su sombrerote, dio la nota: éste funcionario público se aventó la puntada de tomar la Cámara de Diputados el pasado miércoles con un grupo de bandidos de su partido. Ese día, justo se iban a discutir las posturas ante el programa de la BBC.

A manera de epiloguito, debo decir para mis lectores de Shrewsbury, Bostwana, Yokohama y Chicoutimí que acá en México, desde el martes media población civil se está rasgando las vestiduras exigiendo una salida negociada al conflicto y la disculpa pública de los tres ingleses diabólicos jijos de su fish and chips, o amenazan con organizar una excursión punitiva que partirá de Boca del Río, Veracruz, con destino a las riberas del Támesis, instalar puestos de ceviche y "vuelve a la vida" preparados con fauna local y armar marchas y bloqueos desde el Big Ben hasta Trafalgar Square, desde luego con hartos acarreados del PRD.
Me quedo con la enseñanza de la burla, la que te enseña tus defectos para alentar tus virtudes. Si lo dijeron es porque a pesar de todo así nos ven, es su óptica. Me pregunto qué tan difícil es revertirlo, sólo por molestar.

Si quiere ver al trío de Top Gear dándose vuelo da click aquí. Y aprovecho para darles las gracias porque después de Beny Hill no había visto nada más divertido.

domingo, 23 de enero de 2011

Mami, mami ¡cuánta polilla!


Vivo en un país donde culturalmente, existe una relación amor-odio con Argentina. Aunque nueve de cada diez mexicanos digan odiar a muerte a los argentinos, estudios científicos confirman que ocho de cada diez paisanos aman con locura el bife de chorizo, las empanadas y los choripanes que comen en los restaurantes de los argentinos que llegan a vivir acá (acá es todo México). Once de cada diez hinchas del América (pequeña sucursal del Boca Juniors) sueña con que la ley de espectáculos y deportes del país cambie y el equipo pueda incluir en su oncena titular a diez argentinos (sólo quedaría el arquero Memo Ochoa) y la más importante: cinco de cada diez mexicanos, son la mitad.
Diez de los siete asiduos saben que nunca progresaron mis esfuerzos para convertirme en crac del futbol; nací irremediablemente tronco. En el Instituto México hice migas con el mejor futbolista del salón, Sergio Juárez; le intercambiaba tareas por pases a gol. Sergio era hijo del "Morocho" Dante Juárez, el goleador (retirado en ese entonces) del Necaxa. Nunca conocí en persona al Morocho, pero el Doctó se hizo su amigo y entrañable cliente de su restaurante de carnes a la parrilla. Me decía: "es el único argentino decente que conozco". No dudo que el Morocho le pasara botellas de malbec gratis como pases a gol.
En secundaria, el último año de los cinco que cursé (queridos, me gustó mucho la secundaria) lo hice en una escuelita en Coyoacán donde la niña más hermosa de todas era argentina. Se llamaba Julieta y tenía un apellido polaco tan difícil que ni el mismo Goyeneche sería capaz de pronunciar. Su piel era blanca como la leche y sus ojos tan negros como perlas reversibles, su pelo formaba caracolas como las que escoltaron a Alfonsina Storni en su encuentro con Neptuno. Nunca pude lograr que se fijara en éste zorombático que estaba más enamorado de ella que de la poesía de Oliverio Girondo.
Sin embargo, recuerdo el día que escuché por primera vez a Les Luthiers, fue en el otoño de 1983 y yo tenía diecisiete primaveras. El novio boliviano de una prima puso en el tocadiscos, para una audiencia de tres post-púberes (el más era yo) el LP de Muchas gracias de nada; quedé marcado por la grabación. No podía creer que hubiera tanto ingenio en un grupo de seis señores argentinos que tocaban instrumentos caseros y me hicieran reír tanto con chistes tan sutiles. Me enamoré de ellos y tuve que esperar hasta 1996 para verlos, por fin, en vivo en el Teatro Metropólitan.
Muchos años después, y con la tecnología de mi lado, me encuentro con ésto:


Esto es una prueba irrefutable de que el matapolillas existe; no se si antes o después de Les Luthiers, pero eso no importa, lo importante es la genialidad de éstos queridos argentinos que algunos mexicanos amamos más que a los futbolistas, el bife de chorizo, el malbec y una que otra pebeta de ojos negros.

Aquí dejo el sketch del matapoillas Nopol... cuíiiiida su ropa. Que lo disfruten.


domingo, 9 de enero de 2011

Tres años


Una cosa es celebrar y otra conmemorar. Hoy el Blog del Zorombático cumple tres años de la publicación del primer post. Sin embargo no tengo mucho que celebrar en cuanto a que no me siento ni orgulloso ni satisfecho por mi desempeño como blogger durante el 2010. Fue un año muy flaco en entradas y algunas de ellas, para mi gusto, me quedaron medio flojitas, bofas. En contraste, el año que pasó fue en el terreno personal un año pródigo en actividades de todo tipo; un año lindo y hermoso que me dejó más alegrías y satisfacciones que en otros años y donde descubrí que comienzo a ser un zorombático añejo, y que la huella del tiempo va dejando su marca en todo lo que se hace; la marca de lo ya vivido, de la experiencia y del oficio.
Sin embargo anduve enfrascado en mil aventuras que me alejaron de mi blog, de mi lugar de origen; en contraparte coqueteé con Twitter y hasta con el Feisbuc y descuidé a mis amigos bloggers y mi disciplina personal de escribir por lo menos dos post a la semana.
Ahora que estoy sentado, tecleando fervorosamente, redescubro lo catártico que es escribir aquí; odio la frialdad de Twitter y la estupidez de los ciento cuarenta caracteres, lo mío son las largas distancias; soy corredor de fondo. Amo la delicia de los adjetivos y la caricias de las frases bien armadas, me seduce la maravilla de los comentarios de los mirones -bloggers avezados o no- que se asoman por aquí y transgreden la barrera de la dificultad de comentar. Sí, lo mío, lo mío, es el blog; para qué le hago al cuento.
Agradezco de todo corazón a todos los que han pasado y me han dejado comentarios y preguntas de por qué no he escrito o en dónde ando, son todos muy amables y les aseguro que este año 2011 trataré de hacerlo mucho más divertido que el que pasó; que finalmente, de eso se trata, y les deseo que el 2011 sea el mejor, el más bello y divertido de todos los que hayas vivido.

Foto: heremdemaria.wordpress.com

jueves, 16 de septiembre de 2010

La bandera de Felipe


Estimado Felipe, permíteme llamarte así, de tú, y brincarme de un plumazo tu investidura como Presidente de México. No es falta de respeto, pero si llegas a leer esto, significará que estas en mi territorio, en ésta casa virtual que es mi blog; aquí me puedo permitir ciertas licencias. Además, mi consorte y yo hemos recibido un paquete que nos has enviado, firmado por ti, con una bandera, un libro y una carta, lo cual sirve éste post como agradecimiento. Ningún otro presidente me había enviado ni regalado nada, y mira que a mis cuarenta y cuatro tacos tú eres mi presidente número ocho y he tenido que soplarme sexenios que comienzan con esperanza y siempre acaban en crisis. Por eso, a mi consorte y a mi, nos emocionó mucho la bandera y corrí pronto a colgarla de los barrotes de una ventana que nos protegen de los ladrones que han querido entrar a robar la casa. No subí a lo más alto ni me tiré envuelto en ella, como lo sugirió un amigo en el feisbuc, lo cual me parece patético porque a pesar de que el amor a la patria no está en sus mejores días, no es motivo para olvidar que el respeto a nuestros símbolos patrios es lo que nos distingue como mexicanos; mi madre y mis maestros, desde muy pequeño, me decían que los gringos pueden ponerse su bandera hasta en los calzones, pero nosotros, los mexicanos, no. Siempre me inculcaron ese respeto; por eso me tuve que sermonear ayer a uno de mis alumnos que contó campechanamente en clase que se carranceó tres banderas enviadas por ti a su vecindario. Le hablé de que quitar tres banderas a sus destinatarios fue una manera de robar tres ilusiones de país, tres modos de evitar el agandalle y las corruptelas, tres modos en que nosotros, la mayoría de los mexicanos que nos encanta criticar, sigamos perdiendo la oportunidad de ponernos a trabajar en pos de un país mejor, un país de primera, un país ganador, como siempre lo has dicho tú, ¿verdad?. Sí Felipe, me encantó la bandera que nos enviaste, y mi consorte se emocionó mucho cuando leyó tu carta, tanto que la pegó con un imán en el refri y presumió el hecho con sus cuates de la chamba; con ellos pudo constatar que a muchos les llegó tu carta, la letra del himno y hasta el libro, pero no la bandera. Tal vez, algún mexicano se las revendió a otro mexicano para comercializarlas, otro ejemplo de que el ser gandalla impera desde hace más de doscientos años, ¿o acaso desde las guerras de Independencia, la Reforma y la Revolución no ha habido agandalle? Históricamente lo traemos en los genes, Felipe. Así como criticar sin saber, sin ponerse en los zapatos del otro.
Por eso tanta alharaca con las celebraciones del Bicentenario y el dinero que te has gastado. ¿Conmemorar qué? decían los hunos (perdón, los "unos") si no hay nada que celebrar decían los otros, y al final un gran debate que, tan a la "mexicana", sólo nos desgasta y nos hace perder el tiempo... como el que vamos a perder en este mega-puente de cinco días, que tú mismo impulsaste y promoviste, y ahí sí perdóname pero no estoy de acuerdo; ahora es cuando más debemos trabajar y menos descansar. Conmemorar sí, ¿celebrar?. Por qué no mejor lanzas un decreto programando la celebración en el 2021, fecha en que se celebraría la verdadera independencia de México, en el cual tenemos los mexicanos once años para cristalizar objetivos concretos: preparar la verdadera celebración de un país nuevo, con mejor educación, con mejor calidad de vida, libre de violencia y corrupción.
Yo sigo creyendo que nací, crecí y vivo en un gran país, el único que tengo; por eso trabajo y hago el intento todos los días de ser buen ciudadano. Por eso no me he ido. Creo, Felipe, que los mexicanos no jalamos parejo, que el mito de los cangrejos nos rebasa y que no sabemos trabajar juntos, por un objetivo común. Por eso algunos te atacan y critican tu gobierno, y critican tus banderas y el dinero que gastaste en ellas y en la celebración del Bicentenario; y está bien, pero antes de ello, debemos preguntarnos cada uno de nosotros, desde el más pobre al más rico, del más criticón hasta el más panista, desde el más honesto al más gandalla ¿qué estamos haciendo para que éste país sea mejor?

viernes, 3 de septiembre de 2010

Adiós Don Germán


Mi amigo Beto me enseñó a leerlo, justo cuando estaba mutando mi ser de ex-estudiante-universitario-semi-comunistoide a proto-yuppy-capitalista y dejé de leer La Jornada y comencé a interesarme por el Reforma. A la hora de la comida, salía de la agencia de publicidad donde trabajaba, cruzaba Av. Tamaulipas y comía la comida corrida de la fonda de mi amigo. Mientras esperaba la sopa y a sugerencia de Beto, leía La Gaceta del Ángel, columna en el Reforma. Era 1994; el "Bucles" era un bebito y "La rubia misteriosa" surcaba los párrafos sin recato. Leía a Germán Dehesa e invariablemente me ponía de buenas, me divertía; muchas veces solté la carcajada limpia y sin recato en medio de las mesas de la fonda o en el vagón del metro, los jueves que mi Tsuru no circulaba. Pero también me hacía reflexionar. Don Germán provocaba en mí el gozo por la ciudad que poco a poco me empujaba al exilio voluntario, me entusiasmaba con las citas de los libros que leía montándolos en su panza, su whisky y sus viernes de "hoy-toca". Me entusiasmaba su coherencia.
No he dejado de leerlo; siempre con ese mismo entusiasmo de los primeros años y admito la influencia en mi vida de un hombre que nunca conocí personalmente pero que siempre sentí de mi familia por la simple razón de la cercanía ideológica, no siempre compartida pero sí con la certeza de saber que leía a un hombre culto, honesto, sencillo y amable, que poseía la cualidad de demostrarlo escribiendo.
Don Germán sabía que se estaba muriendo y apenas el jueves pasado lo escribió y anunció en su columna que tenía cáncer; “No me estoy despidiendo. Yo espero que falte mucho como para que ocurra algo tan ingrato..." y sin embargo, tuvo el privilegio de saber morir.
Descanse en paz un chilango ejemplar, que amó su ciudad, que descifró el alma del mexicano común; amo del ingenio, la ironía y la lucidez. Lo voy a extrañar mucho. Más que a Monsi.

viernes, 27 de agosto de 2010

Apariciones


El otro sábado se apareció en el patio de mi casa Luisito. Con una regularidad que estriba en su economía, Luis (Luisito para sus clientes) es un etrepreneur que ha hecho del vecindario su coto personal de lavado de autos. Oaxaqueño, chaparrito y con una personalidad y simpatía que envidiaría cualquier empresario de cuello almidonado, lava los autos con diligencia única, los aspira, pule, encera y no desperdicia ni un minuto para conversar y bromear cuando el cliente se lo permite. Luisito, ante todo, posee el sexto sentido de la sutileza. Ha tenido tanto éxito en el barrio que se da el lujo de subcontratar chalanes. Para mis lectores -cada vez más escasos- de Shrewsbury, Bostwana, Yokohama y Chicoutimí, chalán o achichincle es un ayuda, ayudante o aprendiz que está a las órdenes de su líder. Luisito lidera a varios que se quieren ganar un dinerillo seguro y honesto.
Contaba yo; era sábado, la Consorte pega un grito como a las diez de la mañana: Zorombaaaaaaaatico!!!! (bueh, gritó mi nombre real, pero debo proteger mi identidad) Te busca Luisitooooooooooo!!!!!! Bajo a sacar el carro del garaje y me encuentro a uno de sus galanes, perdón, quise decir chalanes, con el modelito de la foto. Le pedí que me dejara ver el estampado y acto seguido entré a la casa por la cámara. Cuando salí de nuevo el chico se había ido porque Luisito me contó que pensó que me había ofendido por su playera y fue a cambiársela. Lo fueron a buscar a pedimento mio y accedió a posar para la foto.
Estoy desconcertado. No se bien qué está pasando en mi país pero cada día lo veo peor; gobernado por ineptos que se lo acaban día a día. Violencia exacerbada que cada día alcanza más territorios a base de terror, y un presidente con buenas intenciones, a quien nadie hace caso ¿Es este acaso el precio de la democracia?
Me quedo con los que se ríen y trabajan todos los días de manera honesta y alegre. Estoy con los que se burlan sin saber que el burlado es un lento verdugo y creo que éste país saldrá adelante, algún día.

Sí, hacía más de un mes que no escribía. No estoy ni enfermo, ni de viaje, ni deprimido. A veces no da tiempo de salir a pasear a la mascota, pero el Bló del Zorombático sigue lento pero seguro. Gracias a todos los que preguntaron.

viernes, 16 de julio de 2010

Sudáfrica 2010: Los dioses deben estar locos


Uno de esos domingos aburridos de hace más de veinte años, después de “Siempre en domingo” pasaron en el Canal Once “Los dioses deben de estar locos”, una extraordinaria película del sudafricano Jamie Uys, que transita entre la comedia y el documental. El personaje principal es un bosquimano de Bostwana que encuentra una botella de cocacola que cae del cielo (arrojada por el piloto de una avioneta), el envase vacío se convierte entonces en el hilo conductor de tres historias que se entrelazan de manera hilarante, y a veces desconcertante; Xi, el bosquimano, intentará regresar ese objeto a los dioses, para congraciarse con ellos. Al final de la película Xi arroja la botella de la discordia al vacío y vuelve con su gente.
Estoy en una situación parecida a la del bosquimano, y antes de declarar que los dioses del futbol deben estar locos, además de mi abandono momentáneo al futbol en éste blog y mi retorno a temas recurrentes, posteo mis impresiones.
Me encantó el mundial, vi casi todos los juegos y disfruté como hacía muchos mundiales que no lo hacía. Me emocionaron algunos partidos y los gocé y sufrí, sobre todo los de México; ¡ay mi México! tan lejos de Dios y tan cerca de la Femexfut y sus directivos, de Decio de María y de Chavela Vargas (perdón, quise decir Justino Compeán) y tan cerca de técnicos tan sinvergüenzas como Javier Aguirre. Sigo haciendo corajes cuando me acuerdo de sus errores fatales como no alinear a Guardado y al Chícharo y en su lugar poner a viejos vinagres como Cuauhtémoc Blanco, el Bofo y al insufrible Franco. Sin embargo ahí estuve, viendo nuestro mediocre desempeño, nuestros errores, nuestras pifias y bravuconadas de quien sólo jala agua para su molino y no sabe trabajar en equipo. El futbol en una copa del mundo encuera a los equipos y los convierte en reflejo de la nación a la que representan; nuestra selección es una prueba de ello.
Argentina también decepcionó y mucho, al principio de la copa llegué a considerarlos amplios favoritos, pero su arrogancia los llevó a ser once estrellas que nunca jugaron en equipo. Messi sin el Barça, no es el mejor del mundo y Maradona es Maradona: arrogante, sangrón y corriente, repartiendo besos y nalgadas a sus jugadores.
Otro nefastito fue Cristiano Ronaldo, qué tipo tan pesado y tan protagonista; nunca pudo hacer nada con su equipo porque pasaba demasiado tiempo mirando a la cámara. Los brasileños andaban en las mismas, y eso que Dunga no llevó a las “estrellas” del equipo.
Los que sí me gustaron fueron los paraguayos, se les veía mucha unión y espíritu de equipo. Estuvieron a punto de meterles un susto a los españoles e hicieron un extraordinario papel. Los ghaneses me dejaron con un sabor de tristeza en la boca, a punto estuvieron de llegar a semifinales. Ellos son los que me hicieron recordar la película de Uys; la carita de Asamoa Gyan antes de cobrar el penalty que les daría la victoria, muerto de miedo, llamándo al miedo, y los dioses cobrándose. En ese mismo partido, un jugador bien conocido por los mexicanos, el “Loco” Abreu, cobra el penalty ganador de manera heterodoxa y hermosa que me hizo recordar que esto es un juego y es para divertirse. Qué tipo tan “Loco”.
Hablando de uruguayos, para mí fue más notable Suárez que Forlán. Luis Suárez más que goleador parece cantor de tangos. Metió un golazo bellísimo contra Corea del Sur pero también metió una mano infame contra Ghana, en el área, como si estuviera cantando Garufa. Esa acción desató comentarios encontrados en cuanto a la ética del futbol: ¿es lícito cometer un acto indebido con tal de ganar?.
La final de España contra Holanda estuvo plagada de patadas; juego sucio permitido por un árbitro estúpido, sin embargo hubo una jugada maravillosa: ante un jugador lesionado, España saca la pelota del terreno, los holandeses pretenden devolver cortésmente el balón, sin embargo algo sale mal y Casillas, el arquero español tiene que dar un manotazo ágil para evitar que el esférico entre a su meta, provocando tiro de esquina. Los holandeses cobran el corner devolviendo la bola a Iker; ésta fue la jugada más ilustrativa del fairplay. Sin embargo me pregunto ¿y si el balón hubiera entrado?.
Me gustó que ganara España pero me hubiera alegrado mucho ver campeonar a Holanda, que lleva ahora tres finales y ningún título. Me gustó España pero no me emocionó: las demasiadas fallas ofensivas casi me hicieron recordar al Guille Franco, nuestro delantero de pacotilla. Sin embargo, la disposición como equipo, su juventud, su arrojo y el trabajo de un entrenador de bajo perfil hicieron a La Furia Roja el campeón en Sudáfrica.
Me encantó el mundial, me emocionó ver como la gente una vez cada cuatro años se unifica por una razón simple y comparte mucho más que el gusto por un deporte. El futbol y la copa del mundo nos deja la lección de la unidad, la reflexión de la derrota, la esperanza del próximo juego y el sabor del triunfo.
Pero se acabó. A otra cosa mariposa.

sábado, 26 de junio de 2010

Tiempos verbales


La oportunidad que tuvo México de sufrir menos en este mundial la desaprovechó perdiendo ante Uruguay en su último partido. Hoy los uruguayos le ganaron a Corea del Sur en un partido trabado y a ratos aburrido, como suelen jugar los charrúas, pero al final efectivo. Uruguay enfrentará a un rival a modo, sea EEUU o Ghana, y seguramente estará en semifinales.
"Hubiera" es pasado imperfecto, es decir, un tiempo pendejo, me dijo alguna vez una amistá. Pero viene a cuento si pienso qué "hubiera" pasado si se "hubiera" clasificado como primero de grupo: "hubiéramos" evitado a Argentina y a esta hora, estaríamos festejando el pase al quinto partido, porque de seguro, le "hubiéramos" ganado a Corea.
Dejémonos de pendejadas. Dentro de 24 horas, la Selección Mexicana enfrentará a la Selección Argentina, la cual para mí, es la favorita para ganar la Copa del Mundo junto con Holanda, Brasil y Alemania. Argentina es el cuadro más sólido del torneo hasta ahora; además tiene a Messi (y a la Brujita Verón, y a Maxi Rodríguez, y a Milito, y a Agüero, y hasta a Palermo). Nosotros tenemos un director técnico que alinea veteranos de mi edad (y con más achaques) y deja en la banca a jóvenes que vienen construyendo una mentalidad triunfadora. Que además pone un delantero argentino naturalizado, Guillermo Franco, que no anota goles y que tiene una actitud indiferente ante ello. Aguirre, nuestro director técnico, que cuando pierda el último partido con la Selección no regresará al país, sino que volverá a España a vivir para siempre, a pesar de ser portavoz de una campaña de identidad nacional. Aguirre, que "guarda" a Guardado, nuestro mejor orquestador en media cancha. Aguirre, quien según especialistas, tiene un equipo que "no parece tan fuerte como el que orientaba La Volpe".
Sin embargo, tenemos mejor equipo, hombre por hombre, que aquel equipo que enfrentó a Argentina en el 2006, que sintió pasos en la azotea ante un rival complicadísimo y que solamente nos ganó por una genialidad de Maxi Rodríguez.
Para el partido contra Argentina, sólo espero que se juegue con corazón, con solidaridad, con deseo de triunfo, con ganas de cambiar el "ya merito" por el "sí se pudo". Lo irónico es que Javier Aguirre, portavoz de la frase, crea, accione, reaccione y haga bien su trabajo, el resto que se lo deje a los muchachos.