viernes, 13 de noviembre de 2009

Asociaciones Tarantinescas


Doña Eme puso un comentario en el post anterior que no me hizo mucho sentido sino hasta la segunda vez que lo leí, hace dos horas. La primera vez, me fui en banda porque atendí los soliloquios de las rubias y las jaquecas de mi amiga y fiel lectora; hace dos horas, el nombre de Hugo Stiglitz me hizo "click".
Por supuesto que el personaje de Tarantino en Inglorious Basterds me hizo gracia, y hasta pensé "se parece a nuestro Hugo Stiglitz" pero no lo había racionalizado hasta hace dos horas, en una especie de epifanía, vinieron un montón de recuerdos e ideas asociadoras en mi mente.
La primera es el Gigante de Av. Taxqueña en 1976; el Doctó pasó por mí a la primaria donde me daban lustre social y para hacer tiempo antes de recoger a mis hermanas en el Instituto Cultural, entramos a comprar productos de la canasta básica: vinos y cervezas. En la entrada del almacén, en una mesa decorada con unas piernas de buzo con aletas negras, mutiladas y chorreantes de sangre simulada con celofán rojo, estaban cientos de libros coronados por un letrero caligráfico donde se leía "Tintorera, la nueva e inquietante novela de Ramón Bravo". El Doctó la echó al carrito sin leer la solapa.
Unos días después, mientras me entretenía jalándole las trenzas a mi hermana pequeña, mi madre, harta de las quejas y berridos de la nena (yo nunca supe por qué se quejaba tanto) me llamó a la cocina y me aplicó su clásico castigo: "siéntate y lee en voz alta diez páginas de este libro". Era un castigo; la última vez me había recetado "El pequeño escribiente florentino" de Edmundo D'Amicis, una auténtica bomba lacrimógena. Tintorera fue diferente, comienza con el relato de una pesadilla de un hombre que despierta entre las sábanas revueltas donde se encuentra el cuerpo desnudo de una esbelta rubia que duerme profundamente... "Mami ¿qué quiere decir "esbelta"? A mis diez años entendía "rubia" pero no "esbelta". Mami cortó por lo sano: mira Miguel, ve a jugar pero por favor -tomaba aire- ya no molestes a tus hermanas, o te acuso con tu padre cuando llegue. Había algo en esa sentencia, y en la lectura, que me orillaban a lo clandestino. Me leí el libro a escondidas y de un tirón, por supuesto. Pacté una tregua temporal con las trenzas de mis hermanas.
En 1977, Tiburón, de Spielberg hacía las delicias de grandes y chicos en la pantalla. El Doctó nos llevó a verla al cine Pedro Armendariz. "Mira como come gente ese animaá" decía. A los pocos meses apareció la versión mexicana de Tiburón. Se llamó "Tintorera", estelarizada por Andrés García y Hugo Stiglitz.
Me moría de ganas de verla, supliqué a mi padre que me llevara al cine, argumenté que a pesar de mis once añitos podía pasar por un mocetón de diecisiete (já! se atacaba de la risa el Doctó) y me quedé con las retecochinas y morbosas ganas de ver esa joyita del cine nacional, que prometía el sangriento sacrificio de las más bellas y esbeltas rubias desnudas en las fauces de la tintorera, el tiger shark, nuestro Jaws región cuatro.
Pasaron diez o quince años y me leí de nuevo el clandestino libro; su autor, Ramón Bravo, fue un intrépido oceanógrafo, camarógrafo, investigador, ecologista y científico sonorense, que llegó a Isla Mujeres antes que todos y descubrió que los tiburones duermen; lo hizo mientas buscaba chernas en unas cuevas al noreste de la isla y ese descubrimiento lo catapultó al infinito, pasando a ser íntimo de Jacques-Yves Cousteau et al. Tenía un programa de televisión que se llamaba "Las aventuras submarinas de Ramón Bravo" y yo era su fan. Iba a las escuelas, convivía con mocosos preguntones como yo, escribía libros ilustrados con sus propias fotos subacuáticas y en sus ratos libres, se daba tiempo para escribir novelas de rubias esbeltas y desnudas. Tal vez, Ramón Bravo fue una referencia para que muchos años después, yo practicara el buceo y me fuera a vivir a Cancún.
Bravo murió en 1998, en su casa de Isla Mujeres. Sucumbió ante un infarto fulminante mientras cambiaba un foco fundido.
Volvamos a Tintorera, la novela. Está escrita de modo atemporal, como las películas de Tarantino. La amistad es un valor primigenio, hay diálogos inteligentes, prevalecen las rubias y corre mucha sangre, como en las películas de Tarantino. Sin embargo, Ramón tiene un recurso narrativo donde entrelaza vidas de otros en relación a un pez; una familia de clase media baja que viaja varios días desde la Ciudad de México en un Ford 200 destartalado para que cinco chiquillos conozcan el azul del Caribe, dos hippies drogadictos que viajan de aventón, personajes locales que Bravo describe e inserta en la novela situando la realidad social de la isla en esos años.
La película se filmó en 1977, aprovechando la cauda que dejó Spielberg y sus tiburones de aguas frías. La producción de René Cardona Jr. contó con actuaciones estelares de Andrés García (precedido de su fama en "Chanoc") y Hugo Stiglitz, además de rubias importadas como Susan George y Priscilla Barnes. Hubo dos versiones del filme; la del director, con rubias esbeltas desnudas sin censura, con parlamentos en inglés y un final muy ecuánime, y la versión mojigata, censurada y doblada, que para los años setenta prevaleció en los cines mexicanos. Tintorera es un filme que rara vez se programa en televisión; hoy, gracias al Dios-You-Tube, pude ver la versión original del director completa, dividida en trece partes.
Me atrevo a decir que la película no es tan mala como para ser mexicana y de la época del cine de ficheras; aunque el guión es una adaptación de la novela de Bravo, que ciertamente es superior, el filme mantiene una estabilidad en cuanto a la dirección y ritmo actoral. Las escenas con tiburones, contrariamente a las películas de Spielberg, fueron hechas con animales verdaderos y silvestres, que fueron muertos para ilustrar la película; mucha de la sangre subacuática es real; eran otros tiempos. Está filmada en Isla Mujeres con algunas escenas del antiguo hotel Camino Real en Cancún y la zona arqueológica de Tulum. Vale la pena ver cómo ha cambiado la zona en treinta años: donde había selva y playas vírgenes ahora es concreto y pavimento de hoteles.


Pero vayamos al punto: Hugo Stiglitz, el protagonista de Tintorera junto a Andrés García, ahora tiene 69 años y continúa participando en películas. Aunque su filmografía no es tan prolífica en cine de ficheras como la de García, Stiglitz participó principalmente en cintas de terror como en "La invasión de los zombies atómicos" o "Cementerio del terror", sólo por citar algunas.
Quentin Tarantino, en sus avatares adolecentes en el Blockbuster donde trabajaba, vio Tintorera y algunas otras películas de El Santo, quedándosele grabado el nombre de Hugo Stiglitz, el cual aprovechó en su personaje caza-nazis de Inglorious Basterds.
Al final queda una asociación que comienza en un postadolecente de Knosville que mira películas serie B para aprender cine, un actor cuyo nombre es homenajeado de modo casi críptico, un montón de rubias esbeltas y desnudas y un chaval que leyó clandestinamete un libro.


Notas importantes: la película Tintorera se puede ver en YouTube dando click aquí. Es la primera de trece partes. La foto de Stiglitz y García, así como algunas notas fueron tomadas de cinecinecine.com, el sitio incluye un video de Tarantino donde habla del personaje en Inglorious Basterds. Hay varias biografías de Ramón Bravo en la red, la más esquemática es la de Wikipedia, no obstante quedan sus libros como testimonio.