lunes, 17 de agosto de 2009

Pescaditos de oro (Parte VI y última)


Macondo es un pueblo imaginario fruto de la imaginación de un escritor costeño, que en realidad nació en otro Macondo que se llama Aracataca. "Macondo era entonces una aldea con veinte casas de barro y caña brava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas..." dice el escritor costeño. Me pregunto si ese Macondo primigenio sería lo que hoy es Montería, Barranquilla o Pueblo Nuevo.
Un día el Doctó me dijo muy enojado que el premio Nobel de García Márquez no se justificaba: "él [García Márquez] sólo escribió las vainas que le contaron... eso é puro cuento costeño, pero él lo escribió. Cualquié costeño lo pudo escribí" sentenció.
Algo tiene de razón mi padre, no toda pero algo: los costeños son maestros del cuento, por algo pasan la tarde recibiendo el fresco en el porche de sus casas, charlando con sus vecinos y amigos. Mi propio padre tiene cuentos que atesoro desde niño y que entusiasmaban a mi abuela materna, su suegra. Mi agüelita no podía creer que el esposo de su hija contara de diablos que se aparecían en los potreros de su finca echando fuego azul por la bemba y de sandías del tamaño de un volkswagen. Lo interesante es que todo el mundo le ponía atención y disfrutaba de la crónica de contexto tan montaraz como inverosímil.
Algo tiene de razón mi padre cuando noto y confirmo, a pesar del paso del tiempo; Pueblo Nuevo, la aldea de veinte casas de barro y caña brava, donde nació mi progenitor en 1937 transita por el estadio de Macondo; ya no cabalgan caballos por sus calles como cuando el Doctó era niño, ni bicicletas como cuando estuve por primera vez, ahora predominan las motos. Pero Pueblo Nuevo continúa con su gallera, su plaza, su iglesia y su cementerio. Sus ficus en lugar de almendros, sus chismes y sus historias. Ya no es una aldea, es un pueblo de más de 40 mil habitantes donde se sigue bailando fandango en la plaza mayor en fechas importantes.
Ahora hay internet, dish y mensajitos por celular; sin embargo los fantasmas de los Arcadios, los Aurelianos, las Úrsulas y las Amarantas transitan libremente disfrazados de Migueles, Calixtas, Antonios y Dioselinas. Transitan amores imposibles y mariposas amarillas, y seguramente, en algún traspatio, alguien todavía funde pescaditos de oro.

domingo, 16 de agosto de 2009

Más Devaneos (Parte V)


Hay un lugar, a unos 60 kilómetros al sur de Pueblo Nuevo, en que vive Juancho, este hipopótamo que se alimenta de zanahorias.

El lugar se es el Zooparque Los Caimanes, donde se crían las "babillas" o caimanes locales y es un zoo-parque que conserva fauna local y otras especies rescatadas de zoológicos y otras narco-colecciones. Las cigüeñas de arriba llegaron solas y están totalmente libres.

Este es un cebrallo: cruza de un caballo con una cebra, o yegua con cebro, a saber. Y la foto tiene algo de Magrite. Sin querer.

Una avestruz. En Colombia todavía no se comercializan sus productos como en México. Sólo se exhiben como animales de ornato. Su carne es deliciosa y baja en colesterol.

Ganado costeño. Esta vaca resultó la top model que estaba esperando; vean que hermosa está... esa mirada lánguida lo dice todo.

Esta es la lora de mi Tía Sonia en Pueblo Nuevo. Sólo le falta hablar latín. Se llama Ana.

Un arcángel en el cementerio de Pueblo Nuevo custodiado por un pajarito. ¿O será al revés?

Definitivamente, algunos costeños escriben como hablan... Jeremías, tu no has mueto!
No, pus no.

Niéguenme que esto no es una joya... Descanse en paz Mr. Nixon, quien iba a decir que lo iba a encontrar por acá.

Me encantó el cementerio de Pueblo Nuevo.

domingo, 9 de agosto de 2009

Devaneos Costeños (Parte IV)


Hace mucho, en alguna de las parrandas que el Doctó daba en casa, escuché una muy sesuda definición del comportamiento del costeño: "Cuando es a comé, es a comé. Cuando es a tomá, es a tomá. Cuando es a bailá, es a bailá... Pero cuando es a peliá, ¡es a corré!".

Comencemos por la comida. Éste es un desayuno típico de la Costa Caribe: arepa de huevo (el huevo va revuelto adentro de la arepa), bollo, chicharrones de puerco y yuca.


La yuca puede ser "espichaá" (aplastada) con suero. Así la come mi querida prima Nana. Este plato es un tanto frugal; faltan las carimañolas y los infaltables patacones. El lugar donde lo comí se llama "Narcobollos", tal vez el mejor y más típico restaurante de comida costeña.

El pescado es otro ingrediente de la comida. Estos son unos bagres pescados por la mañana en el río San Jorge. Se cortan en postas y se fríen en aceite. Sólo eso. Prácticamente no tienen espinas. Los bagres llegan a medir entre uno y metro y medio. El Doctó afirma que cuando él los pescaba llegó a atrapar uno de dos metros. Eso dice.

Pero lo que realmente enloquece al costeño es el sancocho de gallina; un caldo con yuca, plátano, verduras y... gallina. Delicioso.

La Costa, en especial los departamentos de Córdoba y Sucre, son altamente ganaderos. Mucha carne y leche costeña abastece el interior colombiano y Venezuela.

En algunas fincas se ven pastar búfalos de agua; se adaptan bien a terrenos inundados, son dóciles y dan una leche muy rica en grasas.

Últimamente han proliferado las motos en todas las ciudades y pueblos costeños. Circular en Sincelejo es un verdadero desafío. También existen las taxi-motos, motos de alquiler que lo llevan a cualquier parte...

Y con cualquier tipo de carga.
Ahora que si lo que busca es comodidad, el "bus" es lo suyo.

SOTRACOR (Sociedad de Transportes de Córdoba) da servicio entre todas las comunidades costeñas. Alguna vez, algún primo me dijo que en realidad SOTRACOR significaba "Sólo Transportaos Corronchos". El corroncho es aquel que no tiene mundo ni clase, es el equivalente costeño del "naco" mexicano.

Otro protagonista importante de la vida costeña son las burritas; muy queridas y apreciadas por los muchachos que despiertan a la vida y a los instintos carnales. Hay un viejo chiste que dice que nunca ha habido un presidente costeño, ya que la primera dama tendría que ser una burra.

De cualquier modo, ya están en el imaginario popular de la cultura costeña, como lo constatan estas soberbias piezas de artesanía que encontré en el mercado de Montería.

jueves, 6 de agosto de 2009

El Sitio de Morgan (Parte III)


Cuando era niño no me gustaba la carne de res. A mis hermanas tampoco. El Doctó siempre se enojaba cuando mi madre reclamaba que no comíamos. El Doctó tenía siempre una sentencia infalible: "¿Qué harían utedes en una guerra?" espetaba, "Cuando el Pirata Morgan sitió Cartagena de Indias sólo había ratas pa'comé... ¡y se las tuvieron que comé! ¡Así que come! ¿O cuál es la vaina?".
El Doctó siempre ha tenido una pedagogía sui generis.

Muchos años después, un domingo por la mañana, llegamos a Cartagena de Indias. Rodrigo Bastidas la bautizó así en 1502 porque la bahía le pareció tan cerrada que le recordó a la Cartagena andaluza.


De hecho, la ciudad vieja de Cartagena es un intenso recuerdo andaluz. La ciudad con once kilómetros de muralla aguantó los embates de Francis Drake, Lucien Leclerq y Henry John Morgan. En marzo de 1741 la ciudad fue sitiada por las tropas del almirante inglés Edward Vernon, que arribó con una escuadra de 186 navíos y 23,600 hombres (la flota más grande reunida hasta entonces y que no sería superada hasta el Desembarco de Normandía).
El Doctó tenía razón con aquello de la comida.


Lo que hacía tan especial a Cartagena era que de ese puerto salía todo el oro de Sudamérica a España, además de que era el centro distribuidor de esclavos más importante; se calcula que en la construcción de la muralla participaron más de 200 mil esclavos africanos.


Esta hermosa negra vendía artesanía en plata. Accedió gustosa a que le tomara fotos y al final nos decía "Blanco, cómprame una joyita, pero no pa'la esposa, llévale a la novia o a la amante, a la que te hace gozá".


Ahora que si lo que usted busca son esmeraldas, ha llegado al lugar correcto; Don Luis Caballero tiene un próspero taller y fábrica de joyas donde podrá encontrar ese souvenir para... quien usted guste. Esmeraldas de todos tamaños y precios, joyas de todo tipo y si no hay nada de su agrado, Don Luis la fabrica y se la envía. Es un gran anfitrión.


Para esas hora ya comenzaba a dar sed. La Plaza de Santo Domingo es tal vez, mi lugar favorito en la ciudad antigua. Decidimos tomarla como base de operaciones; tenía lo indispensable: cerveza, baños, sombra y mucho ambiente.


Además ahí vive esta maravillosa Gorda de Botero.


Justo enfrente de la Iglesia de San Pedro Mártir.


Pero la ciudad va contando cosas conforme se le va explorando. Como lo que vivían Florentino Ariza y Fermina Daza en El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez.


Tal vez por estas calles, hace un siglo, caminaron esos personajes imaginarios.


Pero ciertamente, la ciudad es inspiradora para contar historias de amor y pasión.


Caía la tarde y caminamos fotografiando los balcones de Cartagena.


Los hay de todo tipo. Inclusive algunos están en espera de restauración.


Pero el Doctó ya estaba en otra cosa...


Ya no le interesaba ver balcones.


Yo seguía absorto en la ciudad, metiéndome por donde veía incidencias interesantes, como este escultor, Carlos Restrepo, quien estaba tallando una sirena magnífica.


Al final, volvimos a la Plaza de Santo Domingo. Ya era de noche y comenzó la rumba. Tomamos un par de cervezas más disfrutando del ambiente y de la hospitalidad de los cartageneros. Terminaba nuestro sitio de un día completo en la antigua ciudad amurallada.

Voy a regresar pronto. Lo juro.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Barranquilla o el vallenato (Parte II)


Barranquilla es la puerta de entrada a la Costa Colombiana. El río Magdalena, el más grande de Colombia desemboca ahí; tal vez por esa razón la vieja copla currambera dice "se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla".
Después de una desmañanada bárbara y un infausto viaje vía Panamá, llegamos a la Costa Atlántica al medio día. Yo no se que tengo; los aduaneros se dan vuelo conmigo, como que les encanto o probablemente tengo tipo sospechoso. Irremediablemente soy el que tiene que abrir la maleta, explicar qué hace para ganarse el pan, que no pertenece a ninguna corriente política ni es vecino de Lucía Morett y que no tiene vínculo alguno con el tráfico de sustancias ni resorteras para las FARC. La culpa la tuvo la Consorte por empacar de modo sospechoso mis pantunflas y mi piyama de rayitas. Tal vez sin querer, urdió un complot en mi contra.
Salvado este obstáculo, nos adentramos a Barranquilla, pero la visita era social y teníamos una invitación a casa de un buen amigo del Doctó.
El Doctor Chacón y su familia nos recibió como si fuéramos reyes aztecas. Hubo cabrito para comer, pero no el clásico chivo de Monterrey, sino un pescado típico de la Costa Colombiana que se llama “bocachico”. Este se rellena con verduras y luego se cocina a las brasas. Es delicioso y se acompaña con todas las delicias típicas de la Costa: arroz con “pegaíto”, yuca, patacones, suero, arepas y bollos.
Después de tan suculenta comida, quedé boqueando como “bocachico”. Pero venía la sorpresa: sin anuncio previo, apareció un acordeón y comenzó la parranda. Los costeños son así; a la menor provocación inician la fiesta. Comenzó la música de acordeón, me relajé y empecé a sentir Colombia, la tierra de mi padre y de alguna manera, mi otra tierra.
Colombia y la Costa no serían como son si no existiera el vallenato, este género autóctono de Valledupar en que con un acordeón diatónico, una caja, una guacharaca y la voz del cantante, se crea una melodía contagiosa, bailable y la mayoría de las veces hermosa y honda.
La música vallenata refleja como una radiografía cultural al costeño. El vallenato siempre cuenta una historia como lo hacen los habitantes de la Costa Caribe cuando salen al porche de sus casas a recibir el fresco de la tarde. No he conocido aún a un costeño triste o taciturno; todos, sin excepción, son alegres y bullangueros, justo como lo es su música.
Cuentan los que saben que Francisco "El Hombre", cuyo verdadero nombre era Francisco Moscote, era un “mensajero” que hacía la ruta entre los pueblos de las sabanas del Cesar y La Guajira a lomo de burro, hace muchos años, llevando noticias y recados a todos los pueblos de la región. Era un juglar noticioso armado de su acordeón. Gabriel García Márquez hace muchas referencias de él en varias de sus novelas, sobretodo porque, cuenta la leyenda, Moscote desafió al mismo Diablo con sus coplas vallenatas, venciéndole. Los costeños, para algunas cosas, son irreductibles vencedores.


Ismael Rudas es un vallenato retirado, ahora es productor musical y solo toca en parrandas privadas como ésta. Nos comentó que está trabajando en un disco de vallenatos clásicos acompañados por metales, algo como vallenatos clásicos sinfónicos. No cabe duda que Ismael es un gran acordeonista y un músico que lleva en el alma el vallenato.
Dejo un cachito del inicio de la parranda, grabada por mi. Luego la rumba fue in crecendo y terminó, por lo que sé, a las 2 de la mañana. Doctó y Zorombas se retiraron temprano a causa de un jetlag extremo.



Gracias con todo el corazón al Doctor Chacón, su bella esposa y sus hermosos siete hijos por tan memorable ágape, y gracias también al gran Ismael y su grupo. Qué mejor inicio de una semana inolvidable en tierras colombianas.

martes, 4 de agosto de 2009

Resaca de viaje (Parte I)


Comenzaré por el final. Qué difícil es regresar; lidiar con los aduaneros que me vieron cara de narcotraficante desde Barranquilla, tomar el taxi, deshacer la maleta, llegar a casa con una resaca de viaje.
Agripado, demacrado, con el estómago maltratado por la experimentación de sabores y texturas diferentes a las acostumbradas, con un alterón de ropa sucia y con un montón de imágenes, en la cámara y en la mente, volví de Ciudad de México y de la costa colombiana.
El Doctó me invitó muy amablemente a pasar una semana en su tierra; después de nueve años de ausencia pisaría de nueva cuenta tierras colombianas. Fue una semana aciaga, donde recorrimos más de 4oo kilómetros de costa, tierra adentro, desde Barranquilla hasta Montelíbano, al sur del Departamento de Córdoba, visitando primos, tíos y amigos. Comiendo, bebiendo y parrandeando. Terminé exhausto pero feliz, con un montón de sensaciones en mi corazón.
Como prólogo, pasé tres días en el DeFe, no más para calentar la garganta y el corazón. El primer día compartí un cacho de noche con la famosísima Nena Mostra, Doña Eme y el Emperador Galáctico, mis amigazos bloggers. Nos despedimos muy tarde y como dice Eme, hasta nos abrazamos del gusto. El día siguiente se lo dediqué a mi madre, quien me llevó a jugar tenis y a echar relajo como sólo ella sabe, y finalmente estuve en casa de Messié Le Kloss y su adorable familia. El viernes, me tomé unos tragos con mi compañero de correrías juveniles, JB; Tenía 15 años de no verlo.
El sábado a las cinco de la mañana salimos el Doctó y este zorombático rumbo a Barranquilla, vía Panamá. Comenzaba así una semana de viaje. Ya contaré más.

Ilustración: Eleazar (Sueños del Tercer Milenio I. 130x130 cm. Mixta/Tela)