lunes, 31 de marzo de 2008

El Hugo y el Ego


He admirado a dos jugadores mexicanos desde que yo era un chavalillo: Hugo Sánchez y Enrique Borja, de los extrajeros a Pelé y a Franz Beckenbahuer, y también tengo una pléyade de segundones que me caen rebien como el "Cuchillo" Herrera, el "Jamaicón" Villegas, Ítalo Estupiñán, el "Gato" Marín, el "Alacrán" Jiménez, Juan José Muñante, Oswaldo Ardiles y el "Pibe" Valderrama. Un día, semanas antes de que arrancara el mundial de Argentina, la Selección Mexicana fue a mi escuela; yo estudiaba la primaria en el Instituto México y cual fue mi sorpresa saliendo de la clase de historia ver ahí a mi ídolo Enrique Borja. Sí, confieso que fui americanista de niño, estupideces que comete uno, afortunadamente la estupidez se me pasó a tiempo y la crisis solo duró dos temporadas. Me volví puma gracias a Hugo Sánchez; por esos años era "el niño de oro" y ya comenzaba a hacer sus machincuepas después de anotar un gol. Borja ya estaba retirado cuando me dio su autógrafo en la banqueta del colegio en un tele-guía que yo llevaba de casualidad, lo firmó con arrogancia y sin preguntarme nada, de una forma mecánica y levantando la mirada para intentar atisbar cuantos muchachitos le faltaban para marcharse de una manera decorosa. A Hugo no lo alcancé para que firmara algo, fue de los primeros que subieron al autobús comandado por Toño Roca.
El mundial de Argentina fue un fracaso y los tristemente célebres "ratones verdes", se consolidaron como una selección perdedora y pusilánime a pesar de las individualidades, perdón, la invidualidad del Niño de Oro.
Los años pasaron, Hugo triunfó y se convirtió en el mejor futbolista que ha jugado fuera de México, acumuló pichichis como goleador y tuvo tanto cartel como Maradona, solo que Maradona es Maradona y Sánchez... es Sánchez.
Para 1994, Hugo jugaba su última copa del mundo y ya hacía gala de bocón, como aquello de acusar al Doctor Mejía Barón de que se "guardaba los cambios". Como hilo de media se fue Huguito, dando y repartiendo a diestra y siniestra a quién se le pusiera enfrente. Y como diría mi amadísima progenitora y madre mía, le pasó a llenar el buche de piedritas a más de uno, porque está bien eso de ser el mejor del mundo en algo, pero a nadie (y mucho menos a los más mejicanos -con jota-) le gusta que lo ande repitiendo en todos lados, en cualquier momento y con acento castizo, macho, que ez ezzo, joder!
El señor Sánchez llegó a timonear la Selección Nacional después de haberle tapizado con tachuelas todo el camino a su antecesor Lavolpe (quién por cierto también tiene mucha cola que pisarle pero será en otro post, no en este, por respeto al ego de Sánchez) pero el sonzote, en lugar de ponerse a chambear, a formar un equipo y hacer las cosas bien, siguió articulando los cuarentaytantos músculos que mueven su bocota y cuáz! que le dan cuerda... fuera de la Selección. Él, que sería nuestro próximo prócer de la patria una vez logrado el campeonato del mundo en el mundial del 2010 (sic) no pasó ni la eliminatoria del juvenil a las olimpiadas de China.
Hugo Sánchez vive en Cancún, o por lo menos pasa largas temporadas en este destino turístico. Una vez me lo encontré en un restaurante a las afueras de la ciudad, lo saludé y me saludó, muy amables los dos (hasta yo soy amable a veces). Todo el mundo sabe dónde vive, antes solo lo sabían los taxistas, después todo el mundo se enteró por las dos estatuas de él haciendo machincuepas en una y una chilena en otra, que dan al bulevard Kukulcán y que se iluminan por la noche en tonos tricolores. Anoche pasé por ahí; Las estatuas estaban apagadas.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Acerca de Fidel II


Pero "el tiempo, el implacable, el que pasó, siempre una huella triste nos dejó", cantaba Pablo Milanés, y Fidel se comenzó a poner viejo y a llenársele las barbas de canas y cuando se dio cuenta el muro de Berlín estaba siendo vendido en cachitos como suvenir y la URSS dejó de ser la potencia que financiaba la economía de la isla a cambio de azúcar y bananos; con un elocuente "usted disculpe" Mijail Gorvachov se fue cantando el Ochi Tchorniye directito a Rusia, con la masa a punto de turrón para otra revolución. La Perestróika le puso en la mádrika.
Sin aliados y sin fulas, Fidel permaneció reacio a cualquier cambio y jamás permitió alguna alternativa económica para la isla que se alejara del socialismo. Las consecuencias las vivieron los cubanos: para 1994 Cuba vivía la crisis más grande en toda su historia; sin combustibles ni productos básicos, el país poco a poco fue agravando su pobreza y las grandes fortalezas que lo sostenían fueron minándose con el paso del tiempo y el eterno, terco e inacabable bloqueo estadounidense. La sociedad cubana, la gente que vivía en la isla después de 35 años de comunismo, hasta ese momento estable, comenzó a vivir una hambruna que iba más allá del hambre.
Hoy Cuba tiene un nuevo mandatario y a pesar de todo pronóstico y siendo hermano de Fidel, Raúl Castro ha permitido ciertos cambios como comprar teléfonos celulares libremente y sin uso restringido.
Falta mucho para que Cuba se integre a una economía global, pero falta mucho más para que el pueblo cubano recupere plenamente su identidad. No se si son felices o no, habrá quien diga que si y otro que no, pero me queda claro que ha sido un pueblo al cual Fidel le arrebató un cacho de historia y de vida como sociedad, a cambio de muy poco o a cambio de casi nada.
Fidel se muere, y con él morirá la Cuba socialista, la Cuba que no tiene ya nada que aportar al mundo y si mucho que reinventar en el futuro próximo.