viernes, 31 de octubre de 2008

Se acaba octubre, no te dejes de explorar


Son las últimas horas de octubre y este blog, que se pintó de rosa durante treinta y un días, volverá a lo habitual. Fue un mes donde se habló mucho del tema, se transmitió información, se comentó como no se había hecho en todo el año o en mucho tiempo y hasta hubo oportunidad de revisar lo revisable: en Cancún, Grupo Desafío donó más de doscientas mamografías.
En el fútbol mexicano, se jugaron cuarenta y cinco partidos con balones rosas, por segundo año consecutivo. En la vuelta a chihuahua se rodó con paliacates rosas un día. En todos los ámbitos y en muchos países, el cáncer de mama estuvo en la conversación de la gente. Esto es ya un síntoma de información y conocimiento; las mujeres y nosotros los hombres, que amamos a las mujeres por la simple y sencilla razón de que una mujer nos dio la vida, tenemos la obligación de ganarle a esa enfermedad terrible. Por favor, ¡NO DEJEN DE TOCARSE!
Gracias a las hermosas quince mujeres que votaron la encuesta; trece afirmaron auto explorase, las otras dos, seguro ya lo están haciendo.

El fino arte de la doble moral

Los humanos somos animales muy chistosos: nos encanta ver y que nos vean, pero apenas se transgrede la barrera de lo políticamente correcto, nos rasgamos las vestiduras y nos persignamos y encomendamos a la Santa Tía de las Muchachas del Montagnac.
Esta mañana me he reído mucho viendo a una joven maestra alemana que, para hacer la dinámica más agradable con sus pubertos alumnos, tuvo la brillante (brillantísima, diría yo) idea de hacer un strip tease como castigo al clásico jueguito de "truth or dare".
He de decir que, aunque el vídeo deja mucho que decir en cuanto a calidad ya que fue tomado por uno de los alumnos con su celular, la maestra parece estar de no malos bigotes, es decir, muy bien. Y es que además se la tomó muy en serio; como una auténtica bailarina consumada del Palladium o del Titanium, la tícher se deja venir con sexis pasitos de teibolera y cuáz! ahí va el abrigo... vueltecita cachondona y pácatelas! se queda solo con el bra; el show venía in crescendo y la maestra enseñante estaba presta a despojarse de una media, cuando llega la típica prefecta frustrada, anorgásmica y gorda, a taparla con un abrigo.
Gran escándalo de los papás de los pubertos que, seguramente, pasaron la mejor clase de sus vidas. Además, en un mundo tan globalizado, me pregunto ¿qué no han visto esos muchachitos ya? Digo, es preferible ver a una grácil profesora en paños menores que la ejecución de Sadam, la risa de Fujimori o el crack de la bolsa.
La maestra no fue despedida (afortunadamente; soy capaz de pedirle a Lopez Obrador que les organice un plantón en Hamburgo), solamente fue amonestada pues "es una persona muy valiosa para la institución" (sic). Hasta eso, los alemanes son bastante congruentes.
Hay caray, tan bonito que es encuerarse y dejarse ver. O ver y disfrutar de lo que se ve. ¿Qué hubiera dado yo por ver a mi maestra de segundo de secundaria, Martha Alicia Huele Bonito hacer un numerito en el pizarrón? ¿O al super bombón de mi maestra de inglés de tercero, que tenía unos ojotes que de un pestañeo se me quedaba patidifuso? ¿O el disfrute de ver a la maestra Zambrano, de biología, jugando con los matraces del laboratorio?
Tras estas reflexiones, les dejo el video por si no lo han visto, y el link al interesantísimo y cultural diario The Sun, donde apareció la nota.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Chimalistac, un doctor, el premio y Chiquita


Nunca he creído en los concursos. Tal vez porque en mi profesión son materia de abusos. Quizás porque cuando el objeto de concurso es subjetivo y posee miles de respuestas diferentes igual de válidas, el veredicto recae en un jurado que puede ser falible y parcial.
Corría el año de 1997, trabajaba yo en la hermosa república de Chimalistac, en una agencia de publicidad donde solamente atendíamos laboratorios médicos; hacíamos campañas para Pfizer, Bayer, Abbott. La agencia era una casa, al la vuelta de la Iglesia de Chimalistac, en cuyo atrio yo estacionaba mi auto, casi enfrente de la casa de Elena Poniatowska. A ella la vi muchas veces; en bata un domingo muy temprano un día que salí a a las siete de la mañana después de haber pasado unas treintaisiete horas trabajando; otras veces por las tardes, despidiendo invitados. En la librería Gandhi la encontré muchas veces; al final y por la costumbre ya hasta me saludaba, aunque nunca crucé una palabra con ella. Nunca me inspiró. En ese tiempo todavía no me caía gorda.
En la agencia, un día me tocaba ilustrar una campaña de un medicamento para la hiperplasia prostática benigna, otro, diseñar una monografía médica del elycobacter pílori. Obviamente, al ver mi cara de what, venía el Dr. de la Concha a mi rescate, o de algún otro compañero que pudiera quedar al borde de la catatonia cuando veía su brief. El Dr. De la Concha era (y debe seguir siendo) un personaje increíble: médico, gastroenterólogo, profesor universitario y, escritor. Poseía un bigote de aguamielero que lo podría envidiar el Indio Fernández. Tenía muy mal genio, pero yo le caía bien. De repente, detenía su aporreo loco al teclado de la computadora, se echaba para atrás con los brazos puestos detrás de la nuca y sacando una espectacular panza fabricada a base de diet coke, y me decía: "Miguelito, ¿fuiste al cine?" y en ese momento nos íbamos como hilo de media; media hora, una hora platicando de cine, de su héroe David Lynch, de Yes, de Lou Reed, de hongos y María Sabina, pero sobre todo, de literatura. Gracias al doctor, conocí a Guillermo Cabrera Infante, del cual soy fan irredento, y otras vainas de autores que me decía que leyera, entonces, a la hora de la comida, corría a Gandhi y me gastaba toda la pinchena en libros.
Un día, el doc me dijo casi en secreto: "Miguelito, he terminado mi novela; es una novela pornográfica", y me dio un capítulo, el cual leí con avidez de quien lee lo prohibido en cuanto llegué a mi bucólico departamentito en la Nápoles. Lo releí varias veces pero al final el veredicto fue avasallante: nunca le encontré lo pornográfico.
A los pocos días, el doc llegó con un extraño brillo en los ojos y un recorte del periódico en las manos: era la convocatoria para el primer premio Alfaguara de novela 1998. Concursó con su novela pornográfica. Diariamente construía castillos en el aire con el dinerillo del primer premio: se iría a Europa un año completo, lo tomaría de sabático y se dedicaría a escribir solamente; como compensación y muestra de amistad y compañerismo, nos invitaría unas vacaciones a mí y a la Peña, para que lo fuéramos a visitar.
El concurso fue declarado empate y ganaron Eliseo Alberto con "Caracol Beach" y Sergio Ramírez con "Margarita, está linda la mar". El doc se deprimió y tomó Altruline como dos semanas. Después cambié de trabajo, vine a Cancún y le perdí la pista.
Me he leído casi todos los premios Alfaguara de cada año. Y todos los años, con sus excepciones, pienso que a lo mejor quedó por ahí alguna novela pornográfica de algún autor desconocido y anónimo que el jurado no le prestó importancia; qué casualidad que los ganadores ya tienen novelas pubicadas y hasta prestigio en ciernes. Qué casualidad que haya ganado, precisamente, Elena Poniatowska en el 2001 con un bodrio de novelilla más propia de Corín Tellado; qué casualidad que lo que se publica de los ganadores por Alfaguara después de haber ganado, son obras de poca consistencia.
Las excepciones, para mí, son "Diablo Guardián" de Xavier Velasco, y "Chiquita" de Antonio Orlando Rodríguez.
Confieso que comencé a leerlo con reticencia; los enanos no me van ni me vienen, desconozco su mundo y entorno, es más, nunca he estrechado la mano de ninguno. Los he visto por ahí, de chico en el circo. Al único que recuerdo es al enano Tun Tun, creo que ya la palmó, fue un enano famoso del cine nacional, pero hasta ahí. Lo que más me ha gustado de "Chiquita" es el recurso literario; el autor ha escrito una obra la cual desborda inventiva, imaginación, lucidez y mucha investigación. Por lo que se puede leer en el epílogo, le tomó cinco años escribirla, logrando una novela de más de quinientas páginas sumamente entretenidas: la novela te involucra en la Cuba de las postrimerías del siglo XVIII, en la Rusia zarista, en el Nueva York de principios del siglo XX, tiene cowboys y a Búfalo Bill, aparece Sarah Bernhardt y ¡hasta un pejelagarto! Además de otras cosas como un conciliábulo de enanos que quiere dominar al mundo. Una novela sumamente recomendable, sin caer en una biografía aburrida de una enanilla de la cual, la historia la registra como una escasa curiosidad.
Al final, Antonio Orlando dice algo que me encantó: "soy novelista, es decir un mentiroso profesional" y denota que el señor tiene cancha y que ya sabe de qué lado masca el manjuarí.
Si algún visionario lee la novela, no dudará en llevarla al cine pronto; es muy cinematográfica. Me imagino la maravilla que puede ser "Chiquita" en manos de Tim Burton, por ejemplo.
Pero por lo pronto, Espiridiona Cenda se quedará observando muy coqueta el Hudson, a través del espejo, mientras otros investigan en novelas pornográficas.

martes, 28 de octubre de 2008

Alea Jacta Est


Según la Universidad Anáhuac, existen tres formas para obtener el título de una maestría; la primera es por medio de una tesis, la segunda es un proyecto aplicativo, que dicho a groso modo es echar a andar algún proyecto real. Como tercera y más piadosa de las opciones, está el "caso integrador"; el requisito para esta alternativa es inscribirse en tres cursos de 18 horas cada uno, pagando una lucrativa pero indulgente cuota y están sujetos a temática (tomé uno de negociación; me ha ayudado muchísimo en mi matrimonio, ahora lavo muchos menos platos que antes). Después de tomar estos cursos, uno solicita un caso a resolver. Es igualito que en los toros; te puede tocar uno facilito y a modo, ocasionando que salgas victorioso y dando repetidas vueltas al ruedo con cara de soy-la-neta-del-méndigo-planeta!. O por el contrario, tocarte en suerte el bicho más feo, graneado y cornalón del encierro. Obviamente hay que pagar una pasta más a la hora de que tu caso sea aprobado. La educación cuesta.
Cuando me titulé en la licenciatura lo hice vía tesis, como ya he referido abajo, en el reciente post del cáncer de mama. Esa tesis me tomó tres años de mi hermosa y peluda juventud. Ahora, a mis cuarentaidós tacos a cuestas y sin un pelo de tonto en la cabeza, opté por el caso integrador. Y ahí voy, con paso muy torero y con los machos bien amarrados a recoger mi caso: un business plan de un restaurante-bar... en la Ciudad de México!
Aparentemente todo era alegría y felicidad, pero conforme fui desmenuzando al animalito que al principio tenía unos ojotes que se parecían al gatito de Shrek, el bichito se fue transformando en una cosa horrible que más bien parecía pejelagarto tabasqueño: datos inconexos, competencia errada y obsoleta, poca información referenciada. Para acabarla de amolar, como diría mi santa madre, yo acá y el defe hasta allá.
Tuve que sentarme a investigar, convoqué a una hueste enorme y leal de chilangos que ayudaron a un exiliado, la mayoría pertenecientes a los catorce asiduos de este blog, que supieron informarme los pormenores de la ciudad sin mí.
Estuve pegado a mi Mac como una lapa, me chuté el google llegando hasta sus más íntimos rinconcitos, se me incrustó la silla en la parte más sabrosa de mi anatomía, me crecieron los cachetes debido a la dieta de cacahuates mafer con té helado y traigo unas riumas de vaca echada que no se me quitan ni con la pomada de Maribel Guardia. Fueron dos semanas de leerle, pensarle, sobarle, volver a leer y repensar, y finalmente fue saliendo todo como longaniza de Valladolid: un chorizo que alcanzó las setentaidós páginas, y donde se integra un modelo de planeación estratégica para la resolución del caso.
Además iba a trabajar, porque la invesigación se hace de hobbie. Y ahí fue donde me cayó el veinte: ¿por qué nos cuesta tanto trabajo investigar? ¿cuántos usamos la investigación formal para el desarrollo de nuestros trabajos? ¿se fomenta en la vida cotidiana la investigación? ¿se hace buena y suficiente investigación en el país? cada quién sacará sus conclusiones.
En 1991, que comencé mi tesis de licenciatura, no había internet, creo que la computadora más avanzada era una XP de disco flexible de cinco pulgadas. Este zorombático se iba en peserín a la Biblioteca Central de CU; había ficheros donde buscabas los títulos y consultabas en promedio tres libros en cinco horas. Hoy el internet es una maravilla; si sabes buscar, tienes el mundo en la pantalla de la computadora y los ficheros ahora se llaman buscadores.
La suerte está echada, como dijera Julio César al cruzar el Rubicón. Falta esperar el resultado de los sinodales y esperar que vengan pocas correcciones para preparar el documento final y el exámen. Por lo pronto, mañana me voy a correr tempranito.

domingo, 19 de octubre de 2008

Yo y Tu


A mis blogamigas la Nena Monstra y Doña Eme les gusta tejer; tienen varios posts donde evidencian con creces el gusto por el estambre y la aguja. Mis tías y mi abuela le daban durísimo al "crochet" y al "ganchillo"; mi madre también tejía pero cambió de giro al bordado español de smock cuando sus hijos crecieron y se liberó de las chambritas. Siempre he percibido una paz interior en las tejedoras que me da cierta envidia, al grado que cuando era adolecente le pedí a mi madre que me enseñara a tejer; mi viejita, solícita de ver que su adorado mocetón se interesaba en uno de sus pasatiempos, me enseño a montar el estambre pero no llegué ni a los dos derechos, me pareció en extremo complicado, amén de los atavismos sexistas.
Tuve que buscar la paz interior de otra manera, tal vez por eso pinto. Estos cuadros fueron como un tejido, se fueron haciendo como cadenitas hasta que agarraron forma y quedaron como un humilde y tropical homenaje a Rothko. Uno soy yo y el otro es mi amada consorte, diferentes pero combinables. Voy yo primero por cuestiones de luz, no por otra cosa. Ya están colgados en mi sala. Debo seguir con mi lista de pedidos que atender. Lo haré cuando mi dedo sane.

lunes, 13 de octubre de 2008

Crisis


Imagina que tienes pensado comprar un nuevo auto, o recibir a nueve mil huéspedes, o ganarle a un equipo bananero al futbol, o tal vez jugar un partidazo de golf con un buen amigo que viene de lejos cada año. Imagina que de repente, se suelta un vendaval sin rumbo que nace en Wall Street y te hace replegar las filas de lo planeado.
La semana pasada el mundo sufrió uno de los episodios más notables a nivel económico de los últimos tiempos. Hay quien habla del fin del capitalismo como lo conocemos y lo compara, a nivel episodio, con la caída del Muro de Berlín. Yo, de economía no tengo ni la más pastelera idea, al grado de que la lana, la marmaja, la guita o la plata, en mi sacrosanto hogar la administra mi abnegada consorte. Eso es una muestra inequívoca de mi inopia en el tema. Para lo que sí soy muy bueno es para gastar el dinero, para eso no hay quien me gane. Por estas razones estoy consternado; más allá de teoremas económicos, para mí que he vivido desde mi niñez sorteando las crisis desde Luis Echeverría hasta el famosísimo "error de diciembre" en 1994, después de un inpasse de más de diez años de fabulosa tranquilidad en que la "Perica" Ortiz blindó la economía... hasta la semana pasada en que el dólar llegó a estar a 14 pesos.
Una de mis preocupaciones fundamentales es que el Sr. Agustín Carstens, nuestro Secretario de Hacienda, adelgace demasiado con tanta presión, cheque usted el modelito:


Me pregunto qué talla será ese saco y si el cuello de la camisa será el mismo después de que esto termine de tronar. La situación en México es muy simple y tan kafkiana como siempre: Carstens y sus muchachos, además de Guillermo "La Perica" Ortiz (Gobernador del Banco de México y un gran economista, admirado por este zorombático –antes de todo este desmadrito–) e inclusive nuestro presidente (le peje a quien le peje) Felipe Calderón, se aventaron la puntada de decir que lo que pasaba en Estados Unidos no iba a afectar a la blindada, poderosa y oronda economía mexicana. Como segundo acto, una bola de estúpidos especuladores se ha puesto a comprar dólares y ahí está el resultado... adiós iPhone... y lo que falta...
No quiero ponerme dramático, mis queridos catorce lectores mexicanos, pero nos va a llevar Candinga, a tal grado que el Sr. Carstens va a quedar hecho un figurín digno de cualquier show para mujeres desesperadillas.
Pero ¿por qué la palabra "crisis" causa tanto salpullido? porque las crisis nunca vienen solas, siempre terminan unidas en un muégano de maldiciones con otros malestares que, por afinidad se van pegando a ellas. Ejemplo mundano; vas a un bar muy decente y muy moral a tomar UNA cerveza en lo que da la una para ir a tu junta y en eso llega el amigo de tu amigo que es un borrachales consuetudinario, te envuelve despacito despacito y como te lo estoy contando ya son las tres de la mañana del otro día y estás en un teiboldance, perfectamente borracho y rodeado de mujeres semidesnudas. Obvio decir que el amigo de tu amigo hace rato te ha dejado colgado con la cuenta... desde la primera cervecita. Así son las crisis: implacables. Los subnormales que dicen que las crisis son oportunidades, me revuelven el estómago. Además de subnormales son zopilotes.
Prueba fehaciente de esto, fue el mínimo y estúpido partido de la Selección Mexicana contra la peligrosa escuadra de Jamaica. Donde los neo-ratones verdes perdieron uno a cero, aún con un entrenador sueco. La crisis se filtra peligrosamente...


Y para acabarla de acabar, como diría mi santísima madre, me rompí el dedo anular de la mano izquierda jugando de arquero en un partido de futbol; luego, a las dos horas, tuve una reacción alérgica al diclofenaco que me mandó al hospital... díganme si dudan de la veracidad de mi teoría.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Octubre, mes de desafío contra el cáncer

Mi padre, el Dr. Miranda, es oncólogo. Sus pacientes y el dios Google dicen que es muy bueno. Yo no lo se porque desde que era niño, cada vez que me dolía algo, me decía con su acento costeño: "no tienes ná". Además me rompió la aguja de una jeringa en la nalga una vez. Es pésimo inyectando. Dejando atrás mis traumas infantiles, que nunca he querido redimir con un terapeuta porque además de dejarle mi dinero le voy dar una carretada de anécdotas para contar con sus cuates en la cantina, paso a contar. Cuando terminé la carrera y hubo que buscar un tema de tesis, le platiqué la idea al Doctol; hacer una campaña para la prevención del cáncer mamario. El Doctó se entusiasmó mucho, no tenía ni la más costeña idea de qué y de cómo lo iba a hacer (creo que aún no sabe bien cómo hago para ganarme la vida) y fue mi asesor de tiempo completo durante los tres años de mi vida que malgasté haciendo la tesis. Me proveyó de de una cantidad considerable de literatura médica, pasaba buen rato en mi cuarto explicándome proceso neoplásicos y de paso, se soplaba completito a Led Zeppelin o The Police o la banda de rock que tocara mi grabadora. Fueron buenos tiempos. Al final me titulé con una tesis incomprendida por tres sinodales (hombres todos ellos) que se la pasaron preguntándome fundamentos de diseño industrial. Eso fue en 1994 y la campaña se quedó guardando polvo en mi librero todos esos años.
Este año terminé una maestría en comunicación. A la hora de la titulación entré en contacto con Grupo Desafío, aquí en Cancún; su presidenta, Lilian Alarcón, vio la tesis de licenciatura y me ha pedido el cartel para promocionar la cruzada contra el cáncer que cada año se lleva a cabo, desde hace seis, en esta ciudad. Así que después de catorce años, el cartel con una ilustración sacada de una fotografía solarizada de Man Ray, sale a la luz para concientizar a la mujer cancunense para estar alerta contra el cáncer de mama.
El mes de octubre se considera a nivel mundial el mes del cáncer de mama, con el objetivo de fomentar en la población femenina acciones de información y asesoramiento sobre la enfermedad y su detección temprana. Este mal es el segundo después de las enfermedades cardiovasculares. Aprovecho este pequeño espacio zorombático, frecuentado por catorce asiduos (y asiduas), para pintarlo de rosa y provocar que todas las mujeres estén alertas. Es muy fácil, solo hay que autoexplorarse sus pechos cada mes y estar al pendiente de sus factores de riesgo: herencia, alto consumo de proteínas animales, obesidad, nuliparismo, tabaquismo y alto consumo de alcohol.
Desde que tengo uso de razón, he visto a mi padre luchar y sufrir junto a sus pacientes este mal. Quitémosle chamba al Doctó y cuidemos nuestra salud; si eres mujer, autoexplorándote y vigilando tus factores de riesgo, además de visitar al médico una vez al año. Como hombre, cuidando a tu mujer, hijas, madre tía o cualquier mujer que quieras.
Después de todo, las mujeres son lo más hermoso, sublime y mágico que hay en este desdichado mundo. Sí ñor.