jueves, 26 de febrero de 2009

El arte de la flaca y la cacariza


Yo no se por qué o en qué momento se me metió en la cabeza, desde que tenía como veinticinco años, que cuando fuera un señor respetable de cuarenta, jugaría golf. No hay plazo que no se venza ni fecha que no se cumpla; a pocos meses después de cumplir cuarenta, aún sin ser un señor respetable (creo que sí soy señor, pero nadie me respeta) salí al campo por primera vez, así, casualmente. Desde entonces, me le escapo cada domingo o cada vez que puedo a mi consorte, así, casualmente, a buscar a la flaca y a pegarle a la cacariza.
La flaca es la banderita que pende de un asta de unos dos metros de altura y es a la que hay que llegar, golpeando a una bolita blanca y cacariza, las menos veces posibles para evitar pagar los rones, los güiskis, las cervezas o cualquier otra infusión de octanaje variable que suelen beber los compañeros de juego. De hecho, existe la maravillosa anécdota (vox populi, vox dei) de que se juegan dieciocho hoyos porque son dieciocho las porciones que se le sacan a una botella de scotch. Cuando lo supe, más me gustó el jueguito. Y es que ¿a quién no le va a gustar saltar a la cancha de su deporte acompañado de su bebida favorita? Mucho tiempo practique ciclismo organizado, pero era tan organizado que jamás pude poner en mis botellas más que agua o algún menjurje a base de agua de panela y naranja agria que el Doctó aseguraba que era el secreto milenario para emular los escarabajos colombianos: "te lo juro que es veldá, mijito, esto lo toma Lucho Herrera antes de entrená" y me ponía mis dos botellotas en la bici sin dar más tiempo para mi protesta. Los tiempos cambian y ahora me subo a mi carrito de golf con la bebida que apetezca según la hora en que comience el juego; un buen amigo siempre decía que para el segundo hoyo ya debía estar "calibrado" por lo menos con un trago. Otro más, no sale ni por error al campo si no lo acompaña una botella clandestina de "Juanito Caminador" y pensándolo un poco, a lo mejor el tal Johnnie Walker fue el de la idea de aventarse un trago por hoyo. Otro más –no digo nombres porque me lo castigan– junto al putter guarda una botella de tequila, para jugar rondas muy mexicanas.
Pero me estoy desviando un poco por el cauce etílico, cuando este camino es para los ya iniciados, mas no para los novatos: no es fácil pegarle a una pelotita blanca y cacariza de poco más de cuatro centímetros de diámetro, y menos fácil pegarle bien.
Sin embargo, algo tienen la flaca y la cacariza que cautivan a la mayoría de los que pasan un primer día en el campo y adoptan, inmediatamente a este deporte como su consentido. A mí me pasó y todavía no se qué es, no he podido averiguar si es la ambición de querer tirar menos que la ronda pasada, la lujuria como dice mi amigo Eulogio, o simplemente descansar y no pensar en nada más que en cómo hacer volar a la cacariza hasta su encuentro con la flaca.
El golf tiene sus recovecos, es diferente a los demás juegos, parece que es un deporte para viejitos pero requiere mucha condición física, tanto en climas tropicales como en los que no: los irlandeses dicen "el golf se puede jugar hasta cuando está soleado", se requiere mucha concentración y habilidad para sortear las intenciones para desconcentrar por parte de los compañeros, y sobre todo, el golf es un juego íntimo: si haces trampa, te la estás haciendo a ti mismo, en dieciocho hoyos solo tú tocas tu bola, solo tú sabes qué pasa en esa mar verde y solo tú puedes sortear las tormentas que sucederán durante esas horas: habrá momentos en que querrás tirar los palos en el primer lago que te encuentres, pero también habrá golpes y hoyos que atesorarás por siempre; así es el golf, es como la vida: solo uno la vive y solo uno la soluciona y le da cauce.
En el Hilton, donde me gusta jugar mucho porque ahí he logrado mis mejores scores, habitan algunos cocodrilos trasnochados que salen temprano a asolearse, el de la foto es el hijo de Pancho, es el pequeño, porque Pancho mide casi cinco metros. Ya nos es cotidiano verlos, forman parte del paisaje, es otra de las maravillas del jueguito, ver animales como este y pajarracos increíbles, coatís, osos hormigueros y a veces y en algunos campos, hasta venados y ocelotes.
Esta semana se lleva a cabo el Mayakoba Golf Classic en la Riviera Maya, es el único torneo de la PGA que se juega en México. Por motivos de trabajo lo cubriré enterito con gafete all access; les estaré contando. Estoy feliz.

lunes, 16 de febrero de 2009

Todas las mujeres

Tánger Soto es una mujer de ficción, un personaje inventado por Arturo Pérez Reverte en un libro tan bueno como una buena aventura de barcos y contrabandistas, llamado La Carta Esférica. Tánger es una rubia imaginaria que a palabras de su autor -material- y de su marinero-amante cooprotagonista de la novela, representa a todas las mujeres del mundo.
Mi querido amigo-casi hermano Juan Fernando, desde Colombia, me hizo el regalo de enviarme un link a éste hermoso vídeo que busqué en You-Tube y encontré; porque el que busca encuentra, dice el refrán, y más si se trata de mujeres.
Su enigmático creador se llama Eggman913 y es de Missouri. El vídeo es un impresionante homenaje a la historia del arte a través de la imagen femenina. La música es del chelista Yo-Yo Ma, interpretando la Sarabanda de la Suite para Violoncello No. 1 de J.S. Bach, la cual crea una atmósfera realmente hermosa.
Todas las mujeres del arte están ahí, así como Coy, un marinero sin barco y sin mar, imaginó a todas las mujeres en una sola.

viernes, 13 de febrero de 2009

¿Qué sucedió en la semana?


Para todos aquellos que gustan de Les Luthiers este título les recordará aquella vieja parodia hecha con instrumentos de fabricación casera, como el tubófono silicónico y el latín (violín de lata) hablando de cualquier cantidad de hermosas e inteligentes incoherencias que sucedieron en una semana, durante el noticiero cinematográfico. En aquella suite, los extraordinarios Luthiers hablan de un anciano bávaro que hace catedrales con escarbadientes; una fiesta gaucha donde un potro "Manchao" tiene ensayado el numerito; el juramento de nuevos ministros donde el ministro de educación y cultura es un cabo primero; la inauguración de la fábrica de "Algarrobo Pampeano", un refresco jamás tocado por la mano del hombre porque está hecho por mujeres... Incoherencias, hermosas e inteligentes incoherencias.

¿Qué sucedió en la semana, realmente? pues nada, una chica en Italia, que quedó en coma después de haber sufrido un accidente automovilístico hace... ¡¡¡diecisiete años!!! ha muerto porque sus padres decidieron desconectarla, desafiando a todos, hasta el Vaticano, que alega que... la mataron de hambre.
Por otro lado, también trascendió la noticia* de una mujer de California que tuvo a bien parir ocho hijos... Loable punto, hasta que escuché bien y supe que la reina ya tenía seis hijos más, que recibe quinientos dólares por la manutención de éstos, que está desempleada y que sus 14 vástagos, paridos en dos camadas (nunca fue más literal) son fruto de la inseminación artificial con semen de un amigo que "colaboró" a tan noble fin. Nadya Suleman, madre soltera de 33 años de edad, tenía ya seis hijos, de entre 2 y 7 años, pero la reinita "sólo quería ser mamá".
"Los alimentaré. Haré lo mejor que pueda hacer", señaló la mujer. "Y a mi manera, en mi propia fe, creo de todo corazón que Dios nos proveerá a su modo", dijo la méndiga (méndiga, no mendiga. Para mis amables lectores de Shrewsbury, Botswana, Yokohama y Chicoutimi, eso significa en el más puro mexicano: infame, malo y vil. No lo digo yo, lo dice la RAE [www.rae.es]).
Para ponerle la tapa al frasco, la Selección Nacional, nuestra Selección Mexicana, va a perder, haciendo un ridículo espantoso a Estados Unidos en un publicitadísimo encuentro. Está bien que hace diez años no le ganamos a los gringos ni en matatena, pero el espectáculo desastroso de ver once imbéciles corriendo sin ton ni son, mientras son vapuleados por once gringos que tampoco jugaron a nada y que son malísimos, es realmente patético. Ver once imbéciles vestidos de verde, cometiendo errores, que además salieron a la cancha sin demostrar compromiso alguno con su país al ser seleccionados, siendo que representan la créme de la créme de los futbolistas aztecas, da mucha, pero mucha verguenza. Y si ésto fuese poco, observar como el capitán del equipo se hace expulsar por cuarta vez, hace a este aficionado al futbol de sillón pensar que le están tomando el pelo (y créanme que para encontrarlo está un tanto complicado).
Así que entre una mujer que no la dejan morir en paz, otra taradita que tiene 14 hijos porque le gustaría poblar el mundo y once imbéciles (junto con un técnico sueco) que no saben jugar por un país y en equipo, ha sido lo que trascendió en la semana.
Me retiro a seguir escuchando a Les Luthiers, quiero escuchar incoherencias, hermosas e inteligentes incoherencias.


* Los escuincles lombrisientos nacieron el 26 de enero, pero la noticia trascendió ésta semana. Cabe aclarar este punto a mis ocho asiduos y críticos lectores.

viernes, 6 de febrero de 2009

¿Qué puedo yo cantarte, Comandante?


Mi madre cuidaba celosamente la quincena que le daba el doctó y ahorraba cada peso que podía, pero los libros o las promociones de alguna colección o enciclopedia que se vendía por tomos semanales era más fuerte que su deseo ahorrativo y llegaba a casa con el primer tomo de la Real Enciclopedia de la Musaraña Perdida o la colección completa de algún escritor de lecturas apropiadas para infantes neotalibanes.
Mis hermanas y yo devorábamos libros cuando no estábamos jugando; desde chamacos, los tres nos subyugamos ante el hábito de la lectura a muy temprana edad, sin embargo, mi madre llegó a utilizarlos como instrumentos de tortura cuando alguno de sus vástagos le colmaba la paciencia. Era un tormento chino leer a Edmundo de Amicis en un rincón de la cocina, todo por haberle jalado las trenzas a alguna de mis hermanas, y lo era por lacrimógeno; pasar del quinto párrafo de "De los Apeninos a los Andes" o "El pequeño escribiente florentino" sin derramar una lágrima, podría ser considerado un acto heroico.
Un día mamá llegó de Aurrerá con el primer tomo de diez de la colección "Biografías del Mundo", Editorial Bruguera, encuadernada en pastas duras y en tomos semanales de 24 pesos cada uno. Yo tenía unos doce años y sin haber recibido penitencia alguna, me receté la biografía completa de un argentino que se llamaba Ernesto Guevara de la Serna y le decían "Che".
Mi concepción de los libros, de las biografías y del mundo, cambió para mí después de esa lectura: por fin comprendía muchas cosas y comenzaron a hacer clic en mi mente infantil palabras como comunismo, desigualdad social, socialismo y libertad. Me volví un apasionado, leí artículos, referencias y más biografías y cuando entré a preparatoria ya era un avezado en el Che y la Revolución Cubana. ¿Qué me llamaba la atención de Ernesto? no lo se, tal vez hoy no me queda claro.
Pasaron los años y fui viendo cómo la imagen del Che y esa foto legendaria tomada por Korda en lo sesentas fue imprimiéndose en afiches, camisetas, servilletas de papel... Fui a Cuba, estuve en Santa Clara, vi el Tren Blindado y el Granma, el monumento de la Habana y vibré con aquello de Silvio: Qué puedo yo cantarte Comandante, si el poeta eres tú...

Ayer fui al cine con la Consorte y salí muy contento, inspirado. Me han venido a la mente muchas cosas de cuando era niño y leí por vez primera la biografía de un hombre que no era un Rambo, sino un guerrillero que luchaba por ideales que, en esa época, se alcanzaban de esa manera, porque "aunque parezca extraño, hay una cierta forma de amor en la guerrilla, cuando se lucha por alcanzar un ideal". Hoy, en un mundo globalizado, a un click de distancia de todo e inmerso en la peor crisis económica de todos los tiempos, Steven Soderbergh le hace justicia al Che retratando la vida de un hombre que tuvo ideales, principios y valores. Que no estaba en paz si no estaba en la línea de fuego peleando con sus coguerrilleros, que era el primero en remangarse la camisa para cortar caña al término de la revolución, que enseñó a leer y a escribir a más gente de la que mató, que aprendió a hacer política y que dejó Cuba por diferencias con Fidel para morir peleando como el Soldado de América que vaticinó cuando salió a su primer viaje en motocicleta.
La película de Soderbergh es un homenaje a Ernesto Guevara de la Serna, al hombre real, al Che. Filmada como si fuese a veces un documental, o sin ser tan estrictos, como un "cine didáctico", Benicio del Toro va moldeando de manera magistral al personaje real. La actuación de Demián Bichir es más que extraordinaria; Demián, en el papel de Fidel Castro, da muestra de que es el mejor actor, por lo menos de México; su voz, su actitud corporal, sus gestos son perfectamente verosímiles. Finalmente queda la valentía de Steven Soderbergh al hacer una película fidedigna de un personaje que saca ronchas en Estados Unidos y además, filmada en español la mayor parte del tiempo.
Al terminar la película, en un final aparentemente inconexo, se puede leer "El Che, part one", lo cual me hizo salir más contento aún al saber que habrá una segunda parte donde se verá el desenlace de la vida del hombre que marcó el derrotero de varias generaciones, incluyendo la mía. Cómo me gustaría que los chicos de ahora fueran al cine y vieran esta peli; mejor aún si se liga con "Diarios de Motocicleta" de Walter Salles, perfecto preámbulo para entender el contexto ideológico de Guevara de la Serna.
Soderbergh, Del Toro y Bichir han retratado al Che, al hombre y al revolucionario como siguiendo al pie de la letra las palabras del argentino: "Seamos realistas, intentemos lo imposible".

jueves, 5 de febrero de 2009

Campeche

No hay mejor descripción de Campeche que la que, campechanamente, dijo mi madre: "es como una Cartagena en chiquito". La consorte le puso la tapa al frasco, afirmó "es como Querétaro pero con mar". A las dos les doy, salomónicamente, la razón.

Era un pueblo con mar... diría Sabina; un pueblo con mar donde una chica se quedó petrificada, mirando a lontananza, por donde un pirata se fue, robándole ¿el corazón?

Esta es la Iglesia del Cristo Negro. Me pareció minimamente hermosa, pero era día feriado y estaba cerrada. Tal vez el párroco estaba durmiendo la mona... campechanamente.

Según la Real Academia Española, se dice campechano por la fama de cordialidad de que gozan los naturales de Campeche, tierra de vida placentera según la creencia popular.

Yo aproveché y me la pasé bomba el pasado fin de semana largo, en compañía de mis viejos, que cada día están más lindos, y de mi consorte, que cada día quiero más.

Con la cámara en las apoyada en las rodillas porque se me olvidó el tripié, tomé estas fotos en Edzná; se encuentra a 40 minutos aproximadamente de Campeche. De noche fue memorable, además era la noche de estrellas, pero no llevaba ni trípode, ni la cámara adecuada para fotografiar el cielo repleto de estrellas. Fue mágico.

Pero me encantó este pueblo, hermoso y apacible como el mar que lo rodea. Además tiene un parque de beisbol increíble, pena nos debería de dar a los cancuneses. Prometo volver a Campeche, me encantó.