Me
alegra la muerte de Gabo, y mucho. Me alegra porque es una muerte bella,
soñada, maravillosa. Gabriel García Márquez murió hoy en su casa, acompañado
por sus hijos y su mujer, Mercedes. Se fue de este mundo feliz y documentado,
documentando una vida de trabajo que rindió más frutos tal vez de lo que él
mismo pensó, porque un costeño sencillo que aporrea una remington en el cuarto
de redacción de un periódico de Cartagena rara vez sueña con ser un premio Nobel, y mucho menos incidir en el alma de
dos generaciones de lectores que ahora le lloramos. Me alegra que se muera,
pero lloro su muerte y aun así celebro haberle conocido y tenerlo cerca. Nunca
lo vi en persona, jamás fui a algún evento donde apareciera, sin embargo
comencé a leerlo cuando yo era un niño de cuarto de primaria y en el libro de
lecturas podías encontrar “El ahogado más hermoso del mundo”. En ese relato
conocí a Gabo y él me ha seguido por doquier, siempre, desde cuarto de primaria
pasando por toda mi vida, mostrándome un mundo igual que me ha contado mi padre
pero mejor, lleno de aleteos de mariposas amarillas en mi alma. Me alegra que
Gabo se haya muerto hoy, jueves santo, como Úrsula Iguarán que se parecía a mi
abuela; como los funerales de la mamá grande. Me alegra que alguien tan grande,
tan creativo, nunca haya ocultado nada y contado todos sus secretos; gracias a
Gabo he leído a Faulkner y a tantos otros que él mismo me dijo que leyera, que
aprendiera, que viviera. Me alegra que tuviera una sola mujer y muchas putas
pero sobre todo, que la vida le dio lo que él ofrendó trabajando, quiero decir
escribiendo, porque nunca se confundió y tuvo su jornada de ocho horas que
comenzaban a las nueve con una rosa amarilla en el escritorio y finalizaban con
el almuerzo merecido y una siesta. Tuvo el éxito que sin buscarlo le llegó a
base de aporrear en la remington las parrandas, los amigos y los recuerdos, por
recrear los relatos, por no olvidar. Me alegra mucho que el escritor más
influyente en mi vida haya vivido la suya incidiendo en muchos de nosotros sin
querer, simplemente contando historias de un costeño de la Costa Caribe de
Colombia como Francisco el Hombre. Me alegro por ti Gabo, va un vallenato y un
trago de ron, por el insufrible muramos que se convierte en muéramos.
1 comentario:
Excelente post, Tocayo, transmites muy bien lo que muchos sentimos. Abrazo!
Publicar un comentario