Para algunas cosas soy irreductible, así que desde hace muchos años afirmé que cuando cumpliera cuarenta jugaría golf. La vida me orilló a hacerlo por bocón. No es fácil pegarle a la cacariza pelotita; a pesar de que está quieta, se debe uno concentrar como cuando va con el cura a confesarse (perdón por el ejemplo, creo que ya nadie se confiesa, ¿o sí?), la cosa es que tienes que verla e hipnotizarte tú solito viéndola, luego hay que echar todo tu puerquecito para atrás pero manteniendo el tronco a diez grados en relación con tu cuello, que no debe de moverse un ápice en lo que tu brazo izquierdo se ajusta en una "ele" perfecta con el bastón, acompañada por el brazo derecho que solamente deberá hacer de chaperón del otro brazo sin otorgar fuerza o empuje que desbalancé los tobillos, que estarán atornillados en el piso ligeramente abiertos para que el peso de las rodillas se acompañe correctamente... es todo un show. Sin embargo es maravilloso cuando le pegas bien; se sienten mariposas en la panza, ves la vida de otro color y te sientes Tiger Woods por un ratito; es como el guiño sensual de la chica perfecta, que por cierto, el golf tiene mucho de sensual –y de sexual– pero eso es tema para otro post. Mientras, les dejo este video que creo, da una idea aproximada a lo que quise decir.
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