lunes, 21 de enero de 2008
¿Terminaré la catedral?
El año pasado, mi amiga Emma, sabedora de mi gusto por los escritores ibéricos contemporáneos, me regaló de postcumpleaños una novela de Ildefonso Falcones; La catedral del mar. Según leí en la solapa, Falcones de Sierra es un abogado catalán "casado y con cuatro hijos"; posteriormente en la ventanita donde te puedes comunicar con el dios Google, averigué que el señor Falcones escribió esta novela de 670 páginas levantándose una hora más temprano de lo acostumbrado en las mañanas y dedicándole una hora más cuando llegaba por las tardes del trabajo, qué es su primera novela, que ha roto records en todo el mundo como best seller, que ya se organizan tours en Barcelona con la "Ruta de la Catedral", que sigue trabajando como abogado y que, a pesar de sus desmañanadas y desveladas, la integridad familiar de don Ildefonso sigue inquebrantable.
La novela tiene un inicio vertiginoso: situada en el Principado de Cataluña en 1320, narra la vida y aventuras de un siervo agricultor, cuyo señor feudal hace uso de las instalaciones antes que él en plena fiesta de bodas (con la novia, por supuesto), por lo tanto Bernat Estanyol (así se llama el siervo) tiene que emprender ciertas acciones que está demás escribir en este blog, ya que de hacerlo, podría privar al Sr. Falcones de seguir cobrando regalías a su editorial.
El caso es que a pesar de la narración perfectamente lineal, su prolija escritura y su muy interesante desarrollo, la novela no puede ser tipificada lejos del culebrón; bien escrito, pero culebrón al fin de cuentas.
Voy en la página 289 y no más no veo la hora; entre que las navidades, la maestría y este nuevo jueguito que se llama blog, el ladrillito no avanza. He decidido que, como es una novela tipo el canal de las estrellas (remember Juan del Diablo, El derecho de nacer, El poder y la pasión, Bodas de odio y la inolvidable Yo compro esa mujer) me la voy a echar en un año más: si Betty la Fea pudo, ¿por qué ésta no?, al fin y al cabo los culebrones así se leen; con que tu comadre te cuente la mitad del capítulo anterior y te mantenga al tanto de las nuevas intrigas, agarras el hilo nuevamente. Así que he rediseñado mi itinerario de lecturas y a la catedral le tocará una hora a la semana mientras la campechaneo con otros libros. Después de todo, los catalanes se tardaron algunos añitos con la suya.
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