domingo, 13 de enero de 2008

Temporada "Grande" 2007-2008



Hace más de veinte años vi un documental español sobre la fiesta taurina en el mundo en el cual recuerdo un vaticinio espeluznante: pronosticaba la muerte de la fiesta para el siglo XXI. La hipótesis era simple: el mundo sería demasiado moderno para el año 2000 y el romanticismo de la fiesta se habría perdido para siempre. Ciertamente y con tristeza, veo como los toros, por lo menos en México, van cada vez perdiendo más adeptos, veo también más plazas vacías los domingos, menos espacio en los medios para la crónica que acapara cada vez más futbol, veo cada vez menos aficionados "de cepa" y prácticamente nulos los chicos que quieran ser toreros. La fiesta de toros en México agoniza por afición, por sangre brava que refresque los campos y lo más importante, por figuras que inspiren a toda la comunidad taurina del país. Los aficionados taurinos somos reenes de mafias de empresarios y ganaderosque controlan la fiesta y estamos presenciando su muerte, lentamente, de manera inexorable.
Con este triste escenario como telón de fondo, comenzó la temporada 2007-2008 y hoy en la onceava corrida, no se reporta ningún saldo que augure recuperación alguna.
Estuve en la corrida inaugural, viajé a la Ciudad de México en noviembre del año pasado pretextando mil cosas pero con la secreta intención de visitar mi vieja Plaza México, volvía a calzarme mi boina torera que me acompañó en tientas, corridas y capeas. Fui al sorteo de los toros de ese domingo añorando las tardes de época que me tocaron ver, pero el resultado fue magro: un quite electrizante de José Tomás, pero nada más. Recuerdo que le dije a mi padre: ya nos podemos ir.
Han pasado diez corridas más y salvo tres cornadas feas y uno que otro detalle, no ha pasado más. Quiera Dios que la fiesta más bella no muera.

Foto Superior: el quite de José Tomás. Abajo: El Doc, Pepe y yo.

1 comentario:

Enrique Corona dijo...

Es el momento más negro de la noche, así parece, pero es la antesala de un amanecer pletórico de luces. Así, de luces, de trajes de luces, de sangre, de arena y de juventud.

La fiesta no termina, no cambia, no se adapta a los nuevos tiempos, (ni los más connotados ecologistas han mellado la espada). La fiesta sigue, no solo en la México, en otras plazas en la república y con nuevas figuras. Pensar que la México es como todo en este país, centralista, es un error.

La realidad de la poca asistencia, el escaso poder de convocatoria de los carteles, de la poca evolución en las ganaderías y de la escasa asistencia de los niños y jóvenes a las escuelas taurinas es otra: una terrible pugna entre dos grupos de empresarios, ganaderos y matadores que han dividido a la fiesta y la han transformado en un negocio que se asfixia.

Lo anterior es conocido por todos los allegados a la fiesta, no es nada nuevo ni oculto. Hay quienes le aumentan la contribución negativa de periodistas taurinos con otras intenciones. Si, me doy cuenta de que estas aseveraciones son fuertes, pero el principal daño a la fiesta brava de nuestro país se le hace desde adentro.

Cuando las cosas poco a poco cambien, particularmente con la participación del aficionado de años, bueno, hasta de los villamelones, la fiesta recuperará lo suyo, su grandeza.

La fiesta es más grande que ellos, es arte que trasciende generaciones, reglamentos, postmodernidades y convergencias tecnológicas.

Enhorabuena por el blog Miguel, olé!