viernes, 6 de febrero de 2009

¿Qué puedo yo cantarte, Comandante?


Mi madre cuidaba celosamente la quincena que le daba el doctó y ahorraba cada peso que podía, pero los libros o las promociones de alguna colección o enciclopedia que se vendía por tomos semanales era más fuerte que su deseo ahorrativo y llegaba a casa con el primer tomo de la Real Enciclopedia de la Musaraña Perdida o la colección completa de algún escritor de lecturas apropiadas para infantes neotalibanes.
Mis hermanas y yo devorábamos libros cuando no estábamos jugando; desde chamacos, los tres nos subyugamos ante el hábito de la lectura a muy temprana edad, sin embargo, mi madre llegó a utilizarlos como instrumentos de tortura cuando alguno de sus vástagos le colmaba la paciencia. Era un tormento chino leer a Edmundo de Amicis en un rincón de la cocina, todo por haberle jalado las trenzas a alguna de mis hermanas, y lo era por lacrimógeno; pasar del quinto párrafo de "De los Apeninos a los Andes" o "El pequeño escribiente florentino" sin derramar una lágrima, podría ser considerado un acto heroico.
Un día mamá llegó de Aurrerá con el primer tomo de diez de la colección "Biografías del Mundo", Editorial Bruguera, encuadernada en pastas duras y en tomos semanales de 24 pesos cada uno. Yo tenía unos doce años y sin haber recibido penitencia alguna, me receté la biografía completa de un argentino que se llamaba Ernesto Guevara de la Serna y le decían "Che".
Mi concepción de los libros, de las biografías y del mundo, cambió para mí después de esa lectura: por fin comprendía muchas cosas y comenzaron a hacer clic en mi mente infantil palabras como comunismo, desigualdad social, socialismo y libertad. Me volví un apasionado, leí artículos, referencias y más biografías y cuando entré a preparatoria ya era un avezado en el Che y la Revolución Cubana. ¿Qué me llamaba la atención de Ernesto? no lo se, tal vez hoy no me queda claro.
Pasaron los años y fui viendo cómo la imagen del Che y esa foto legendaria tomada por Korda en lo sesentas fue imprimiéndose en afiches, camisetas, servilletas de papel... Fui a Cuba, estuve en Santa Clara, vi el Tren Blindado y el Granma, el monumento de la Habana y vibré con aquello de Silvio: Qué puedo yo cantarte Comandante, si el poeta eres tú...

Ayer fui al cine con la Consorte y salí muy contento, inspirado. Me han venido a la mente muchas cosas de cuando era niño y leí por vez primera la biografía de un hombre que no era un Rambo, sino un guerrillero que luchaba por ideales que, en esa época, se alcanzaban de esa manera, porque "aunque parezca extraño, hay una cierta forma de amor en la guerrilla, cuando se lucha por alcanzar un ideal". Hoy, en un mundo globalizado, a un click de distancia de todo e inmerso en la peor crisis económica de todos los tiempos, Steven Soderbergh le hace justicia al Che retratando la vida de un hombre que tuvo ideales, principios y valores. Que no estaba en paz si no estaba en la línea de fuego peleando con sus coguerrilleros, que era el primero en remangarse la camisa para cortar caña al término de la revolución, que enseñó a leer y a escribir a más gente de la que mató, que aprendió a hacer política y que dejó Cuba por diferencias con Fidel para morir peleando como el Soldado de América que vaticinó cuando salió a su primer viaje en motocicleta.
La película de Soderbergh es un homenaje a Ernesto Guevara de la Serna, al hombre real, al Che. Filmada como si fuese a veces un documental, o sin ser tan estrictos, como un "cine didáctico", Benicio del Toro va moldeando de manera magistral al personaje real. La actuación de Demián Bichir es más que extraordinaria; Demián, en el papel de Fidel Castro, da muestra de que es el mejor actor, por lo menos de México; su voz, su actitud corporal, sus gestos son perfectamente verosímiles. Finalmente queda la valentía de Steven Soderbergh al hacer una película fidedigna de un personaje que saca ronchas en Estados Unidos y además, filmada en español la mayor parte del tiempo.
Al terminar la película, en un final aparentemente inconexo, se puede leer "El Che, part one", lo cual me hizo salir más contento aún al saber que habrá una segunda parte donde se verá el desenlace de la vida del hombre que marcó el derrotero de varias generaciones, incluyendo la mía. Cómo me gustaría que los chicos de ahora fueran al cine y vieran esta peli; mejor aún si se liga con "Diarios de Motocicleta" de Walter Salles, perfecto preámbulo para entender el contexto ideológico de Guevara de la Serna.
Soderbergh, Del Toro y Bichir han retratado al Che, al hombre y al revolucionario como siguiendo al pie de la letra las palabras del argentino: "Seamos realistas, intentemos lo imposible".

6 comentarios:

LUCAS dijo...

Estupendo profesó, estupendo. Las regresiones en el tiempo son difíciles pues la carga que debe dotárseles es espinosa y a veces, dolorosa. La que haz conseguido, sale airosa sin dificultad.

Bien hecho.

-NaTs- dijo...

Hablar, leer o escuchar acerca de las guerrillas en América siempre me ha hecho sentir un gusanito en el corazón, siento que se me hace pequeñísimo, que mi estómago tiene ganas de devolver todo lo que comió el último mes y que mis manos quieren matar a puños a los "poderosos".

Hace poco mi mamá me contó de su tiempo viviendo en comunidades chiapanecas cuando hizo su servicio social (eso obviamente antes del 96 que estalló lo del EZLN). Y pues entre los refugiados guatemaltecos y los Zapatistas nacientes lo único que pensaba era que iba a haber balas en cualquier momento, y no es que la asustaran, sólo que le causaba (y le sigue causando) impotencia. Impotencia de ver a personas que viven con $1 al día. Mi papá trabajaba en la frotera entre Guatemala y México para gobernación, su trabajo consitía en entregar "los buzones" que dejaban los refugiados para los NO refugiados, investigar a TODA persona que llegara a establecerse, yps otras cosas.. feas....

Mi mamá trabajaba en una clínica, y varias veces llegó a darles medicinas para los famosos buzones, que obviamente no sólo tenían medicinas, sino armas, cartas y canciones en las que las letras decían la fecha y hora de los levantamientos, enseñaban a armar un arma y cosas así.

Tal vez mi mamá se enamoró de mi papá porque pocas veces entregó los buzones, porque como ella también se relacionó mucho con los refugiados, y los chiapanecos, porque los ayudaba en la manera que podía...porque entendió la lucha, aunque obviamente debía cumplir con su trabajo para no perder su puesto, que era importante....

Él conoció a Marcos antes de encapucharse, platicó con Samuel Ruiz y así...

Creo que las revoluciones hacen notar el amor más puro de la gente hacia su pueblo, hacia sus semejantes pero también qué asco que en Latinoamérica las luchas no sean para lograr el poder, sino para terminar con la represión que éste ejerce.

Y ni así...

Los mexicanos nos olvidamos del sureste.

Ok.. a lo mejor no viene nada al caso pero ... me acordé.

Admiro a las personas que no les vale, a las personas que se involucran y a las personas que no les da miedo.

-NaTs- dijo...

Y hace poco mi papá me entregó un buen de cosas de ese tiempo, tengo muchas cancioncitas en papel arroz, escitas en español y en otros idiomas ....

"Son historia, NUNCA los te deshagas de ellos"

y ahí están! :P

Miguel Miranda dijo...

Mi Luis, ¿qué puedo yo cantarte? mi querido Gurú Cancunense. Te mando un abrazo.

Pequeña NaTs, me encantó su comentario. Trato de comprender lo que usté siente. Yo tengo 42 años, a lo mejor soy de la rodada de sus papás. En los años de mi generación, la lucha se hacía diferente, y así como su papá le regaló esa hermosa colección de canciones en papel de arroz; los ideales permeaban en aquellos jóvenes (o no tan jóvenes) que buscábamos un mundo mejor. Su papá, su mamá y yo tal vez seguimos en esa lucha, cada cual a su modo, cada quien en su forma.
Las revoluciones se hacían así porque era el único modo en que se podía (o se sabía) pero el tiempo ha cambiado al mundo y hasta la forma de guerrear. Los ideales de Marcos eran los mismos que los del Che, los de Sandino, los del Farabundo Martí, los de Eliéser Gaytán, los de Camilo Torres... y si se fija, todos ellos tuvieron que morir. Los que quedaron, los que triunfaron, se desvanecieron en la vanidad de la victoria y se olvidaron de su lucha original, o simplemente se apagaron, como le paso al SubComediante.
A mi modo de ver, si el mundo cambia hay que cambiar con él. Ahora la forma de combatir debe ser la lucha civil, y me refiero a actuar, participar, educar; ser activistas y críticos de nuestros gobiernos, combatir la corrupción y la mordida con valores y poner el ejemplo. Ya no es tiempo de ser violentos, sino de trabajar haciendo bien lo que a uno le toca, como ciudadano, como empleado, como empresario, como hijo, como padre o como sea el rol que nos toque jugar, pero hacerlo bien. Es lo que se me ocurre.
Si no ha visto la peli, se la recomiendo ampliamente, y si puede, hílela con "Diarios de Motocicleta", con Gael García Bernal. Y ya entrados en gastos, pus alquílese "El Violín", donde el tema es precisamente, Chiapas.

Miguel Miranda dijo...

Se me olvidó decirle, un maestro de la universidad decía "una sociedad de inteligentes y buenos amantes es una sociedad de rebeldes"... jamás lo he olvidado.

Doña M dijo...

Les suplico sean compasivos con mi superficialidad provocada...

Yo soy hija de empresario. Mi papá tenía aires y sueños de grandeza y se la pasó construyendo castillos en el aire con algo de cimientos en la tierra. Lo vi tener un periódico y una editorial y 75 empleados para quebrar y terminar con un despacho modestísimo al lado de su cama en el departamento que tenía 2 hipotecas.

En mi casa siempre se habló del abuso de los gobiernos para con los empresarios, del poco apoyo para las empresas mexicanas.

Yo entiendo la vida así, desde cuántas cortapisas encuentra un ser humano para conseguir lo que quiere.

Así que en mi casa no se hablaba de guerrillas aunque se oía con fidelidad absoluta a Silvio cuando mi mamá empezó a estudiar filosofía.

Este fin de semana vi un programa de BBC, Cooking in the Danger Zone. El host es un chef inglés que le dio por viajar y va a lugares donde él considera es imposible comer como en el primer mundo. Viajó a Haití donde desemarañó y presentó con ideas muy sencillas, como el FMI obligó al gobierno haitiano a bajar los aranceles de importación y eso tuvo como consecuencia que el arroz haitiano muriera, ahora todos cocinan con arroz gringo.

Y luego se fue a México, a Chiapas, a Acteal. Y se me hizo agua la boca de ver al inglesito caminar entre los maizales zapatistas comiendo hierbas de esas que impiden que hayan plagas. Y habló de cómo en México las tortillas no sólo son alimento sagrado sino motivo de guerra civil, y cómo los zapatistas se vieron orillados a defender la tierra y cómo algunos rancheros perdieron las suyas y como al gobierno ni le fue ni le vino y nomás mato´a 45 personas encerradas en una iglesia.

Jodidos estamos.

EStoy de acuerdo contigo Zorombas... la guerra ya no va, lo que va es hacer lo que toca. Aunque cueste mucho trabajo y aunque salgan hemorroides. Hay que hacer lo que nos toca hacer y hacerlo bien.

Mi papá un día me dijo que en Chiapas había pasado lo mismo que con su periódico... el gobierno ahorcó a los empresarios hasta que acabaron matándose.