viernes, 19 de septiembre de 2008

1985



– Nos van a dar Los Pinos
– No, mejor que De la Madrid nos de la casa de Durazo.

Los interrumpió una risa áspera, con tristeza, casi sin sentido; el grupo de damnificados conversaban a las puertas de la sala dos del albergue de Peralvillo. – Hoy pasé por Tepito y está acabado – me comentaba un hombre al tiempo que una señora (más tarde sabría que se llamaba Elisa) hablaba con tristeza de su marido que no había visto desde el miércoles. Dieron las diez de la noche, cada persona marchose a dormir en la galera que hacía las veces de dormitorio y que albergaba en severa promiscuidad docenas de hombres, mujeres y niños. Me quedé solo en la puerta de la "sala", era el domingo 22 de septiembre; habían pasado cuatro días ya cuando la naturaleza dejó caer su furia incontrolable en nuestro querido país tercermundista; al comprobar que se caía mi librero y no estaba mareado, eché a correr al jardín tras el grito de "¡está temblando!". Mi perra tenía miedo igual que yo, pronto vi a mi madre y a mi hermana que, como ebrios se dirigían a mí. Un cortocircuito en el transformador de la calle, el suelo no dejaba de moverse, pensé en mi padre y en Marcela, mi hermana la chica, que habían salido al trabajo y a la escuela minutos antes. Pasó todo. Levanté los tanques de gas y las macetas (o lo que quedaba de ellas), vino el té de yerbabuena y el clásico "Miguel, mijito, debes de aprender a controlarte en estos casos" de parte de mi madre. Recordé también que al oír la radio de pilas pensé en Dios (o como lo quieran llamar) pero volví a la realidad cuando el corrupto y panzón policía que estaba en Av. Cuauhtémoc no dejaba pasar a mi padre que solo quería ayudar a rescatar a sus compañeros atrapados en el edificio de médicos residentes del Hospital General. Recordé y recuerdo todavía el llanto de Marcela al saber que habían muerto sus compañeras de clase y su maestra. Ese domingo en el albergue de Peralvillo, habíamos muchos jóvenes, muchos chavos que queríamos hacer algo por nuestros hermanos que solo les quedaba su vida; el hacer algo por ellos, aunque fuera una palabra de aliento, no te lo robaría ni el corrupto pri-gobierno, que asesinó a tantos empleados gubernamentales en esos arcaicos y mal construidos edificios, y que han hurtado cínicamente la ayuda exterior y el dinero del mentado fondo de reconstrucción. Después de la tempestad viene la calma, dice el refrán, a darnos cuenta de que estamos vivos y si estamos así debemos aprovechar la vida, que puede ser corta o larga, pero aunque parezca larga siempre es corta, a trabajar duro y a salir adelante, que del gobierno... de ese nos encargaremos nosotros, los chavos.

"Mi sentir durante el sismo"

26 de septiembre de 1985, Ciudad de México.


Lo de arriba fue una tarea que nos encargó el profe de inglés en 5to de prepa. Me dijo que iba a buscar la manera de que lo publicaran en el periódico, pero creo que no lo quisieron ni en el periódico mural de la Prepa 5. El texto está copiado íntegro del original; unas hojas amarillentas de un cuaderno Scribe forma francesa que me encontré el otro día limpiando el closet. Aunque difiero en algunas partes en cuanto a su redacción y sintaxis, en esencia sigo pensando lo mismo, pero el tiempo me alcanzó veintitrés años después.

*Foto: Andrés Garay

6 comentarios:

Octavio dijo...

Gracias por compartir tu apunte. Me quedo sin palabras ante una experiencia de esas...

Doña M dijo...

Zorombas.

No sé si te envidio por haber sido más grande que yo en el 85. Tus recurdos son más claros y tuviste chance de escribirlos.

¿Será mejor que sean claros?

Yo recuerdo todo como una película de acción que no acababa... yluego de muchas horas, el cansancio.

A veces procuro no acordarme, pero ahora que te leo descubro que siempre es mejor no olvidar.

Yo estaba en segundo año de primaria y mi padre era dueño de un periodico local sobre finanzas. Papá se empeñó en que hubiera edición del día 20... La llenamos de anuncios, no había cables, nada funcionaba sino la imprenta. Y llenamos todo con linotipo y anuncios.

No fuiste el único no publicado.

La ciudad olía a todo menos a lo de siempre. ¿Ubicas ese olor? ¿El del día 20 antes de que volviera a temblar?

Mis papás hablaban con lejanía y dolor del terremoto del 57... ¿qué diremos nosotros en 10 años más del 85?

La Nena Mounstro dijo...

todos tenemos algo q contar de ese dia...que si la escuela, q si la calle , q si el trabajo, que si la mama , que si la luz...ahora q estamos mas peluditos , por lo menos a mi se me van olvidando mas y mas cosas..algo q nunca se me va a olvidar es que la mama despues de dos segundos de terminado el tsunami-terremoto, vociferaba " niñaaaaaassss los zapatos.....a la escuelaaaaaa....vamooosss se haceee tarddeeeee "....

la mama jura que no, pero gracias a ella he gastado miles de pesos en terapia

La Nena Mounstro dijo...

oiga despues me dice si le gusto " chiquita"....

LUCAS dijo...

Mi estimado Profesó: Yo, al revés que m, nací antes que tú y ví el asunto telúrico desde aquí, desde Cancún como programa televisivo. No lo viví, no lo olí, no lo padecí. Y eso me lo hurtó, me lo hizo ajeno. Al menos, puedo conocerlo más por tu tarea que hoy ya es histórica. Espero que no volvamos a verlo, ni siquiera por tv. Pero cabe aquí una felicitación por tu ánimo voluntarioso.

Miguel Miranda dijo...

Callao: gracias por pasar.

M: Es un gusto verla por acá. Definitivamente yo creo que se vive de los recuerdos. Ojalá hubiera habido blogs en 1985 o quizás, haber cultivado la disciplina para bitacorear la vida. Lo que no se puede hacer, es guardar los olores. Si, es verdad, ese olor de esos días fue muy especial.

Nena Mostra: como siempre, me encantó el post de su blog.
De "Chiquita" le cuento que ya superó la prueba de las 50 páginas, si un libro no me atrapa en ese lapso, lo boto; y soy muy lento para leer. Pero el libro va, y muy bien. Ya le contaré más.

Lucas: no tendrás terremotos en tu haber pero sí dos o tres huracanes de los grandes. Compartimos uno de ellos, ¿te acuerdas?