miércoles, 10 de junio de 2009
Revolución en caricatura
Cuando era un chavalillo me gustaba ir a la casa de la abuela en bici. Era una aventura de unos 6 kilómetros de mi casa a su casa. La abuela ejercía una extraña fascinación en mí, por lo que a pesar de que sólo tenía 11 años, no me daba miedo circular en mi bici Benotto amarilla en una "calzada" altamente transitada por camiones y "peseros" para llegar hasta la casa de la abuelita, que me recibía en su delantal cotidiano, feliz de la vida de que uno de sus doscientos nietos la visitara en alguna mañana cualquiera de verano y sin previo aviso. Además yo era el consentido de la abuela y algunas tías debido a mis naturales encantos (algunos persisten hasta ahora, believe it or not). Después de retacarme de comida y dulces, la abuela retomaba sus actividades diarias como alimentar a sus canarios o hacer carpetas de crochet y ganchillo. En una ocasión se me ocurrió preguntarle acerca de la Revolución Mexicana, la cual era asignatura pendiente en el quinto de primaria que cursaba. Recuerdo que me quedé patidifuso porque la abuela dejó el ganchillo, se puso seria y se soltó un par de horas hablando de su vida de niña en los tiempos de la Revolución.
En mi mente de niño, pensaba que eso había sucedido hacía miles de años, confundiéndose casi, con la era mesozoica. Un niño no concibe que su abuela fue niña; a los abuelos se los imagina que siempre fueron viejitos.
La abuela me habló de balazos, cañonazos, muertos en la calle y de cómo su madre tuvo que esconder en un convento a sus hijos durante la Decena Trágica; también habló de un señor que pasó una vez a unos metros de ella, chaparrito pero con mucho carácter, que se llamaba Francisco Madero. Mi mente hizo clic con lo que me habían dicho en la escuela, ¡ese Madero era el mismo que el de la clase de historia! La abuela siguió contándome cuentos que por primera vez cobraban sentido, y conforme describía al personaje yo recordaba la clase de historia y dibujaba al chaparrito como lo describía mi abuela, con sus botas, sus espuelas, su carabina y sus barbas, sin imaginar que tal vez estaba haciendo mi primera nota gráfica, la cual completaría muchos años después en este bló.
Es el único dibujo que conservo de cuando era niño; dibujaba mucho, unos dos o tres al día y la mayoría los regalaba como éste que se lo di a la abuela ese día y regresó a mí, vía una tía, antes de venir a vivir a Cancún. Era 1977, la abuela murió en 1982 con más de ochenta historias de la Revolución a cuestas.
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6 comentarios:
MI estimado Zorombas. Bienvenido al sabrosísimo espacio en la mente de todo adulto, donde habitan las historias que vivimos de niños, y como recordar es vivir, compartir tiene que ser por fuerza convivir. Así que la sabrosura de tu relato me llenó de alegría, de esa ingenua, infantil, deliciosa.
Desnude su infancia ante todos sus lectores, prometemos no chiflar feo.
Felicidades.
Amo escuchar anécdotas relacionadas con las historia de las personas y más si esas cosas tienen que ver con algo que trascendió tanto en la vida como la conocemos. Imagínese! WOW!
Vivan los Escáneres!!!!!!!!!!!!!!!!!!
El moño es lo mejor!
Zorombas... qué nostalgia me dio. Tener abuelos, abrir los archivos a ver mis dibujos de niña, los dibujos de mis apás.
Nunca he creído que la letra con sangre entra... creo que la letra sólo entra cuando tiene más de un recurso. Qué fregón recuerdo este. Qué recursos tiene Zorombas, enorme.
Me encanta leerte primo hermoso! Es maravilloso haber tenido abuelos, como la tuya, la mia me conto muchas historias, muchos poemas..... que bonito es recordarlos y dejar este sabor de memorias en la boca.
De abuelas, abuelitos, ¡Angeles Benditos!...me encanta escuchar las historias de los abuelos. Son un verdadero tesoro. Amor y sabiduria conjugados a la trillonesima potencia! Mucho de lo que somos,mas que a nuestros padres, creo que se lo debemos a nuestros abuelos, ¿no crees?
Lucas, gracias, qué sabroso es eso de irse poniendo viejo, no?
Pequeña Nats: qué bueno que le gustó, espere más imágenes escaneadas próximamente.
Doña Eme, me hizo ponerme todo magentoso...
Primita, sabes que tu abuela y mi abuela se conocieron? Fue cuando tu abuela estuvo en México, justo por esos años que relato. A mi abuela le daba mucha gracia que dijera "Su Merced". Se cayeron muy bien ambas... que cosas no?
Anonim@ Venecian@, es la pura verdad... gracias por pasar.
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