martes, 27 de enero de 2009

Déjà vu

Cómo el tiempo se puede detener un instante, en un pequeño rincón del universo. Caminábamos alegremente por Holbein hacia el Eje 6 para ir a comer a la Fonda Argentina aquella tarde de toros y vi por la lente de mi cámara esto:

Que con la ayuda del blanco y negro, además del Photoshop, podría asegurar que la foto es de los años cincuentas, en la Ciudad de México con la Plaza de fondo. Pero no, por más que me hubiese gustado tener veinte años en 1946 y manejar este Chevrolito, la realidad es otra.


A veces, solo en algunos casos extremos como éste, puedo decir que he vivido un déjà vu. Hermoso déjà vu.

miércoles, 21 de enero de 2009

Las Puertas en la puerta 4


Jordi Soler escribió en 1997 un librito maravilloso que se llama "La cantante descalza y otros casos oscuros del rock". Fue en el tiempo en que Soler, casi contemporáneo mío, escribía mucho mejor de como escribe ahora o maravillosamente mal, según se lo vea. Cantando en la bañera o la tercera hipótesis de la muerte de Jim Morrison es el título del segundo cuento de el pequeño libro editado por Alfaguara, donde el escritor, chilanguísimo pese a quien le pese a pesar de su origen catalán, relata una mariguana historia acerca de la muerte del Rey Lagarto.
Para los que nacieron después de 1971 les cuento: Jim Morrison fue el vocalista y líder de una banda que se llamó "The Doors", nombre tomado de un ensayo de Aldous Huxley de título parecido; The doors of perception, fruto literario de sus experimentos con el consumo personal de mezcalina e inspirado en un verso de William Blake: "Si las puertas de la percepción fueran abiertas el hombre percibiría todas las cosas tal como son, infinitas".
Jim Morrison, el Rey Lagarto, hizo un rock inmortal lleno de vigor que prevalece a la fecha, pero al morir en 1971 en París, dejó un hueco en la banda original que parecía imposible de resanar.
Jordi Soler, en su relato donde prevalece la ficción, hace un recuento muy interesante de lo que han hecho "las puertas" sobrevivientes a Jimbo, comandadas por Ray Manzarek y Robby Krieger, alegres compañeros de Morrison desde el origen. Llama la atención que después de once años de haber leído el cuento de Jordi Soler, me encuentro esto en la puerta 4 de la Plaza México:

Puedes hacer click para crecer la imagen

Han pasado 37 años de la muerte de Jim Morrison, a causa de un paro cardiaco producido al parecer por una sobredosis de barbitúricos mezclados con Jim Beam, pero Manzarek, Krieger y compañía se siguen reinventando, como lo pronosticara Jordi Soler, mi casi contemporáneo:

En 1994, ya sin rastros ni restos que perseguir, volvieron a grabar la música de
An American Prayer y armaron un fructífero escándalo. La reaparición de este último álbum estableció el patrón histórico que nos permite suponer que los tres Doors, valiéndose de sus reapariciones cíclicas, podrán sobrevivir eternamente.

Que alguien me platique si esto fue posible el próximo 13 de febrero, Plaza México, Ciudad de México.

Si quieres leer el cuento completo de Jordi Soler, da click aquí.

martes, 20 de enero de 2009

De purísima y oro (el egoísmo)


De purísima y oro es el color de un traje de luces, terno o vestido de torear, que significa azul celeste con alamares en hilo de oro. También es una licencia poética que se permitió el fantástico (y extraordinario) Joaquín Sabina al escribir un verso épico de la España en tiempos de Manolete, el cual dedicó diciéndose inspirado, por José Tomás.
Cabe señalar que Manolete no murió aquella tarde de agosto en Linares de purísima y oro, sino de palo de rosa y oro, cuando mataba para morir a un toro de Miura, llamado Islero. Sin embargo, muchas, si no es que todas las referencias del poema de Joaquín Sabina, son ciertas. Tan ciertas como Lupe Sino, quien fue su amante durante muchos años y quiso, como todos los amantes, morir cuando Manolete, el estatuario, moría aquella tarde de agosto de 1947. Solo en una copla de Juan Solano convertida en tango quedaba el recuerdo:

Manolete, Manolete ya te lo decía yo,
que un torito de miura iba a ser tu perdición...
La novia de Manolete
ya no lleva más collares
porque Manolete ha muerto en la Plaza de Linares

Y vino Sabina a recordar, a rescatar y a desenterrar a Manolete, Lupe Sino y a la España cañí de esos años, con su paella de "Riscal", con su barra de "Chicote" y su "señá" Cibeles, casi medio siglo después, a consecuencia, dice él, de José Tomás.


Pero el tiempo de José Tomás no es el mismo que el de Manolete, y en lugar de paella en el Riscal y barras en Chicote ahora hay celulares y encierros on line, y en lugar de pesetas ahora se cobra en euros, y las fotos son en color y digitales.


José Tomás volvió a La México, a la plaza que le dio la alternativa y al país que lo arropó cuando no podía torear ni foguearse como novillero en España. Pero esta vez lo hizo rodeado de un misticismo que no sabe uno si es producto de lo estatuario de su toreo, de haber vuelto del retiro para consagrarse en Madrid el año pasado cortando cuatro orejas en una tarde, o simplemente, producto de las nuevas estrategias de marketing del siglo XXI. Lo hizo privando a la afición mexicana de verlo por televisión y exigió torear un descastado encierro de Teófilo Gómez, quien lo apoyó y es su amigo desde que el de Galapagar pisó tierras mexicanas. Dicen los que saben que el artífice de todas estas salvajadas es Salvador Boix, su apoderado catalán, que José Tomás es un tipo serio y sumido en el silencio y la meditación cuando ha de torear.


Y a las cuatro de la tarde la sesentona Plaza México estaba casi llena de aficionados de relumbrón la mayoría, convocados por Loret de Mola y demás gente bonita, que solamente han oído del de Galapagar por los noticieros de moda y los niños pijos.
No cabe duda que José Tomás es un torero extraordinario; tiene oficio y carece aparentemente de lo que los toreros comunes llaman miedo. Estuvo voluntarioso y estatuario; es impresionante su capacidad para permanecer quieto, sin moverse un ápice haciendo que el toro pase por donde él quiere que pase.
Pero hubo una cosa, un hecho que me desilusionó y casi me arrepiento de haber viajado más de dos mil kilómetros para verlo: en un momento, cuando el soso, descastado y bobalicón toro de Teófilo Gómez que no representaba peligro alguno, el torero hispánico, presintiendo que la faena se le iba a menos por los incipientes chillidos del respetable, citó, para mi gusto con toda la alevosía de su mano izquierda al toro, para que éste, guiado por la luz que había dejado en la tela roja, arrollara a José Tomás, quien como actor de tragedia griega, se levantara con gesto de gladiador inclemente, escuchando los gritos eufóricos provocados por el efecto recién logrado: "torero, torero".
José Tomás, para mi gusto, usa el tremendismo de la valentía como efecto. Si me preguntaba por qué no quería cámaras de televisión en la plaza, la respuesta es que además del egoísmo mercadológico, el torero y su apoderado catalán tienen miedo a las evidencias del engaño: toros descastados y sin peligro, probablemente hasta arreglados y una "afición" acrítica, ahormada a lo largo de varios años de total ignorancia taurina.
Dejo un breve recuento de mi incursión taurina de fin de semana: a) me hubiera gustado ver a José Tomás con toros de verdad, no esos perri-toros sin peligro y sin bravura. b) A mi "gallo" El Payo le falta mucho, pero mucho para llegar al sitio donde creí que ya estaba. c) "El Cejas" fue una muy agradable sorpresa. d) La afición taurina en México agoniza peligrosamente; parecía que estaba en una función de Circ-du-solei, región 4 y al aire libre. e) La fiesta taurina en México está llegando a su fin, como lo he estado pronosticando sucesivamente en este blog. f) Hablando del blog y sus maravillas: compartí la tarde con Callao, papá del extraordinario blog Gaoneras; Octavio, fue un placer, eres un aficionado auténtico y extraordinario. g) Compartir una tarde de toros con mis papás y mi hermana, valen la pena ante tanto efecto.

Fotos: la primera y la última las tomé yo con una camarita que metí de contrabando a la plaza. La del Monstruo de Córdoba es de puertagrande.net y la de JT se la robé (como muchas que le he robado) a Manón.


domingo, 18 de enero de 2009

De purísima y oro (el miedo)


A Juan Silveti Mañón le decían "El Meco", adjetivo que en México se otorga a el indio bravo que conserva a ultranza sus costumbres y tradiciones. También le decían "Juan-sin-miedo" y tal vez su sobrenombre más famoso y oficial: "El Tigre de Guanajuato".
Lidió de 1914 a 1942. Juan-sin-miedo sobrevivió a 32 cornadas, cuatro balazos y dos puñaladas. Por si fuera poco se batió en duelo, sufrió un destierro, e interrumpió a tiro limpio una función de "Don Juan Tenorio" argumentando que el único macho que se ligaba a Doña Inés era él.
Pero el mote que más me gusta es "Hombre de la regadera" porque cada vez que toreaba con alguna figura, le pegaba un "baño", dicho de los taurinos cuando le ganan y hacen ver mal a su rival de cartel.
En unas horas torea José Tomás, "El Príncipe de Galapagar" altenando con Octavio García "El Payo" y Arturo Macías "El Cejas". El de Galapagar es famoso por su toreo encimista, colgándose de los pitones. El 5 de junio del año pasado se llevó el gato al agua al cortar cuatro orejas en Las Ventas de Madrid, hecho que no sucedía desde hace 36 años. José Tomás se hizo en México, toreo como novillero y tomo la alternativa en la Plaza México, siempre me ha parecido un torero tremendista.
El Payo es mexicano, de Querétaro, se hizo en España y es mi gallo. Pueden ver un post de él aqui.
Me voy a los toros.

sábado, 17 de enero de 2009

De purísima y oro (el aeropuerto)


Estoy en el aeropuerto de Cancún, esperando abordar el vuelo 160 con destino a la Ciudad de México. Sentado en un bar cerca de la sala B, rodeado de turistas gringos ruidosos que regresan a sus lugares de origen, creo que son de Michigan, y cuando la mesera dice "Corona", los gringos, en su aprendizaje pavloviano, salivan y gritan todos "¡¡Couroooona!! felices, excitados. El proceso de motivación-aprendizaje aplica hasta en vacaciones. A mi lado derecho, muy próximos a mí, tanto que casi podrían ver el monitor de mi mac mientras escribo, hay una pareja de argentinos. Él tiene un aire de Alfio Basile con algunos bifecitos de más, ella es la versión regordeta de Libertad Lamarque siglo XXI. Se acerca un amigo de ellos a saludar: "¿Qué onda pinche güey, dónde vos andás, boludo?" La transculturación a mil, aún en vacaciones. Este aeropuerto es así; este año voy a cumplir diez de vivir en en este pueblo con mar turquesa y visito el aeropuerto muchas veces al año. Ya me acostumbré al ambiente post festivo de la gente, de su feliz retorno a casa, de su fue lindo estar aquí, pero ya me voy, tal vez regrese el año que viene. Fue lindo pasear semi desnuda por la playa, pero regreso a mi clima templado y mi traje sastre, regreso a mi freeway y a mi chimenea, fue lindo emborracharme como marrano pero tengo que regresar, irreductiblemente, a mi congregación de buenas conciencias.
Estoy aquí, a la mitad de mi Corona michelada, esperando un avión que me llevará a la ciudad donde nací y viví hasta los 33 años, con el único y certero propósito de ir a la corrida de toros de mañana. ¿Me pregunto por qué soy aficionado? ¿Por qué cada vez que escucho un pasodoble mi cuerpo agarra otra consistencia? ¿por qué diablos desde que tenía siete años, después de la ducha, toreo con la toalla un astado imaginario, desnudo, como haciendo la luna y luego me visto como si la camisa fuese la chaquetilla y los pantalones la taleguilla? ¿Por qué cuando estoy cerca de la Plaza México, percibo la vida de manera diferente? ¿Por qué desde niño sueño con plazas, toros y sorteos? ¿Por qué los domingos sin toros no son domingos? ¿Por qué voy a abordar un avión, decidiendo de última hora ver una corrida que no se va a televisar porque José Tomás, el rockstar de todos los toreros así lo decidió?
El virus de la locura taurina se me inoculó desde hace mucho tiempo, tal vez ya lo traía mi madre cuando me llevaba en ella, embarazada, a ver al Cordobés. Y el virus, esa locura, nunca se quita.

viernes, 9 de enero de 2009

Un año zorombático


Hoy, hace un año, escribí mi primer post. El blog inició como un propósito de año nuevo y hoy, a la vuelta de un año, me encuentro con setenta entradas (de las cuales me gustaron algunas) y sobre todo la posibilidad de haber escrito temas variopintos que tuvieron que ver con mi estado de ánimo, mi sentir y mi gusto personal. El blog me dio la oportunidad de expresarme a mis anchas, pero con la posibilidad de que alguien como tú me esté leyendo. Antes, cuando escribía en la vieja máquina de escribir, mis escritos estaban destinados a la crítica roedora de los ratones de mi cuarto. Hoy tengo la certeza de que alguien está leyendo lo que escribo; puede estar cerca o lejos, puede ser de mi país o de algún otro, puede entenderme y estar de acuerdo o tal vez no; sin embargo, algo de mí se llevará él o ella y algo, a fin de cuentas, estaremos compartiéndonos, así, casi milagrosamente. En este año que se cumple hoy, descubrí terrenos que no imaginaba, letras que no pensé nunca escribir y, cosa maravillosa, seres que conocí, que son parecidos a mí, y que se llaman "bloggers".
Irremediablemente seguiré escribiendo, pues es imposible hacer una pausa en un vicio tan bello, y puedo imaginar que el año que pasó fue el inicio de algo maravilloso.

martes, 6 de enero de 2009

¡Llegaron los Reyes!


No se si ustedes los oyeron, o si los llegaron a ver... Yo nunca los he visto, pero si he escuchado algunos ruidos como cascos de caballo pegar en las losetas de la cocina, un barritar de elefante silenciado por alguien con voz de amo, pasos de camello. No se si es la ilusión que me hacen pero siempre los he esperado, puntuales, cada seis de enero. El gordo panzón de rojo que toma cocacolas nunca me ha traído nada; los buenos, los puntuales, los ejemplares, son Los Tres Reyes Magos.
La cosa es que llegaron anoche. Ya no me traen tantas cosas porque ya estoy grande, pero ayer vinieron y me dejaron dos cedés; uno de pasos dobles y el otro, es el nuevo de Eugenia León. A mi consorte le trajeron... ¡un triturador de documentos! desde luego, se lo trajeron porque no es una niña normal...
Y como todas las noches del cinco de enero, no dormí bien, me desperté varias veces (un par de ellas cortesía de la consorte) y terminamos bajando a ver si habían llegado los Santos Reyes a las 4:30 am.
Llegaron y se fueron. Estuvieron pero no los vi. Será para el año que viene...
¡Que bonito es ser un niño de cuarenta y dos años!